Raimundo Fitero
DE REOJO

Sin gol

No cedo. No me relajo. El fútbol es mucho más que opio para el pueblo, es cocaína para la política. Escuchar, leer, asimilar un mensaje tan rotundo como «España sin gol» forma parte de un bautismo en la rutina desvencijada del pensamiento colgado de una escarpia en el sótano de una comisaría. Un empate de la selección que viste de rojo por omisión desencadena una tormenta de españolismo rancio, que se resume en la falta de jugadores en nómina de Florentino Pérez en las alineaciones, lo que se interpreta como una ofensa, casi como un acto de separatismo, a punto de acusar de sedición al actual entrenador. Pero hay más.

Se está celebrando en paralelo con la Copa de Europa, la Copa de América, y después de varias renuncias de algunos países que la iban a organizar, es Brasil quien se ofrece para hacerlo y la decisión es que se haga, y en el lugar del mundo donde hay más muertes diarias, más infectados diarios, una pandemia rotunda, que demuestra que el presidente Bolsonaro tiene visos de ser un criminal que deberá responder ante la Justicia, se encuentran seleccionados de varios países, aislados, o no, con una tasa de jugadores que se han infectados muy alta. Es una situación realmente incomprensible. Es una decisión, obviamente, política de los responsables de las federaciones que lo han permitido. El fútbol, para calmar a las masas. Y puede ser que el equipo de Brasil gane esa copa. Pero eso no impide que existan movilizaciones en todo Brasil denunciando la situación sanitaria, política y económica, porque hay que señalar que después de varias décadas, vuelve a entrar en triste lista de países donde hay una bolsa de personas que pasan hambre. Más de veinte millones de brasileñas y brasileños en la pobreza extrema. Legado de Bolsonaro. Con gol y sin gol.