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ESCENARIO PREELECTORAL

La socialdemocracia sueña de poder gobernar Alemania

Algunas encuestas constatan un empate entre el Partido Socialdemócrata de Alemania (SPD) y la hasta ahora primera fuerza política, la Unión Demócrata Cristiana (CDU). El inesperado auge de Olaf Scholz en los sondeos de intención de voto obliga a pensar en nuevas coaliciones después de los comicios generales del 26 de setiembre.


Hasta hace pocos días, no parecía que el SPD pudiera subir mucho más del 15% que le daban las encuestas en simpatías entre el electorado. Ahora, de repente, el instituto INSA, que colabora con la editorial Springer –la casa matriz del diario sensacionalista “Bild” y del conservador “Welt”–, constata un empate a 23 entre el socio minoritario de la Gran Coalición de la canciller, Angela Merkel, y su partido, la CDU. La confirmación de estas proyecciones en las urnas supondría un plus de casi tres puntos respecto al obtenido en las elecciones generales de 2017, en las que el SPD cosechó el peor hasta entonces. Institutos de encuestas tradicionales, como Forsa, han detectado también un incremento en intención de voto del SPD, pero sitúan al partido con 21 puntos, dos por detrás de la CDU y dos de ventaja sobre los Verdes ecologistas. El denominador común de todas las encuestas la caída en picado de la CDU, que pasaría del 37% de enero al actual 23%.

Algunos observadores consideran este cambio una sorpresa, otros se muestran más cautos al estimar que el auge del candidato socialdemócrata a canciller, Olaf Scholz, se debe sobre todo a los errores cometidos por sus rivales, Annalena Baerbock (Verdes) y Armin Laschet (CDU). La campaña sido «americanizada» y ha puesto el foco en las personas, principalmente en sus errores, y no en los programas.

Baerbock ha perdido buena parte de su credibilidad por no declarar a tiempo determinados ingresos, por inflar su curriculum vitae y por plagiar, supuestamente, a otros autores en el libro con el cual quiso promocionar su política y a sí misma.

Laschet, el ministro presidente de Renania del Norte Westfalia, ha perdido puntos por su imagen riendo cuando el jefe del Estado, Frank-Walter Steinmeier (SPD), se dirigía a las y los afectados por las devastadoras inundaciones. Su mala gestión de la catástrofe, así como de la pande- mia, además una serie de desafortunadas declaraciones le han situado tanto a él como a la CDU al borde de perder los comicios.

Si la elección del canciller fuera directa, el 21% de los encuestados votarían a Scholz; el 18%, a Baerbock y 15%, a Laschet, según una encuesta encargada por la cadena privada RTL/ntv.

Pero el problema de Scholz sigue siendo que hasta ahora la buena valoración sobre su persona no se ha trasladado a su partido. El SPD lo lideran sus dos rivales, los copresidentes Norbert- Walter Borjans y Saskia Esken, ligados al ala izquierdista. Scholz pertenece al sector de la derecha.

Hace dos décadas, Scholz ayudó al entonces canciller, Gerhard Schröder (SPD), a implantar los recortes del sistema social –la denominada agenda 2010– e introducir los «minijobs». Garantizó la continuidad de esta política neoliberal en la primera Gran Coalición que la CDU de Merkel formó con el SPD (2005-2009) y en la actual, la tercera edición de la GroKo, Scholz es ministro de Finanzas y también ejerce de vicecanciller cuando Merkel está ausente.

Hasta el inicio de la pandemia defendió la política de austeridad, el denominado «cero negro». Sólo el cierre masivo de establecimientos públicos para combatir la expansión del virus le hizo cambiar de opinión y sacar el «bazooka» financiero, cargada con más de 150.000 millones de euros para ayudar a las profesiones afectadas por las restricciones sanitarias. Recientemente ha acordado la creación de otro fondo, de 30.000 millones de euros, para reparar los daños causados por las inundaciones de julio.

Su cercanía al mundo financiero, en cambio, no ha variado. Se opone a un impuesto especial a los superricos para cubrir los gastos de la pandemia.

Además, casi se ha olvidado que Scholz se ha visto involucrado tanto en el caso de fraude fiscal conocido como «Cum-Ex», cometido por varios bancos, como en la quiebra de la empresa financiera Wirecard. Por eso procura maquillar su perfil pidiendo una subida del sueldo mínimo a 12 euros la hora.

De cara al público dice no querer continuar con el «seguid así» de Merkel, pero su historial político le presenta, más bien, como el único capaz de mantener la política de la canciller que se reitará cuando el Bundestag elija a su sucesor o sucesora.

Para ello hará falta un tripartito si el empate entre la CDU y el SPD continúa. En ese proceso intervendría el Partido Liberal Democrático (FDP) de Christian Lindner, que completaría la ex-GroKo, apuntaría a un tripartito con la CDU y Verdes o a otro con el SPD y los Verdes.

Un Gobierno del SPD y los Verdes con el partido socialista Die Linke no parece viable hasta que este último no acepte la existencia de la OTAN y la integración de Alemania en ella. En 2001, el Linke se opuso a que el SPD y los Verdes sumaran a las Fuerzas Armadas alemanas a la guerra de EEUU y la OTAN en Afganistán. Ahora, la actual crisis humanitaria y militar en Kabul supone un incalculable riesgo para el SPD y para Scholz porque su correligionario, el titular de Exteriores, Heiko Maas, ignoró a quienes le alertaron a tiempo del rápido avance talibán.