Jon Ander Olalde
Periodista
KOLABORAZIOA

Agitar el avispero

De nuevo, como si de una macabra rutina se tratara, la extrema derecha española, sedienta de repercusión y de impulso mediático, vuelve a Vascongadas en su idílica cruzada particular contra los «enemigos de España».

Esa provocadora táctica, semejante a la del oso que para buscar su miel agita una colmena y enfada a las abejas, no es nada nuevo en la estrategia del autoritarismo. El 4 de octubre de 1936, el líder de la Unión Británica de Fascistas y ferviente antisemita, Oswald Mosley, junto a un séquito de sus camisas negras y escoltado por la Policía inglesa, quiso emular la marcha sobre Roma de Mussolini convocando una manifestación que atravesaría una de las zonas de Londres con mayor población judía. Ante este ataque a la convivencia, la respuesta popular superó con creces cualquier previsión de los fascistas británicos que se encontraron con una auténtica muralla formada por miles de antifascistas, judíos, comunistas, socialistas, anarquistas e irlandeses. La defensa popular había levantado barricadas a la altura de Cable Street, de donde se tomaría el nombre que escribió este suceso en la historia. Esta batalla contra el fascismo terminó con la huida de los simpatizantes de Mosley y con la Policía cargando contra la población antifascista.

Esta vez, Arrasate será la particular «Cable Street» de Abascal, quien enarbolando la ya más que usada bandera del apoyo a las víctimas, ha anunciado una contramanifestación en respuesta a una movilización autorizada de Sare que tiene como objetivo «denunciar el régimen de excepcionalidad que aún se mantiene para el colectivo de presos y presas». La meta de la formación ultra es cristalina: volver a Madrid y a la primera plana con las mieles de un patriotismo exacerbado y de una confrontación directa con quienes ellos consideran los enemigos de la nación. Y para ello no van a dudar en agitar el avispero, perturbando el entendimiento entre diferentes y complicando aún más la ya delicada situación político-social local agravada por la pandemia.

Es imperante que la sociedad vasca diga «no» a quienes vienen a hacer la guerra y alterar la convivencia para sacar rédito político. Pero es aún más importante que quienes tienen el poder para evitarlo y se jactan de negar el saludo a Espinosa de los Monteros no actúen como ocurrió con Mosley en el 36 y no escolten ni permitan movilizarse a quienes volverán a Madrid corriendo tras lograr cuatro imágenes y algún titular, dejando atrás, como en la batalla de la calle londinense, los más que previsibles incidentes entre la Policía y los antifascistas.