21 SET. 2021 AZKEN PUNTUA Sastre: sueño que engendra sueños Belén Martínez Analista social No es un epitafio sobre una piedra. Alfonso Sastre es una de las máximas figuras de la literatura en lengua castellana, un intelectual comprometido y coherente. Primero fue admiración por el dramaturgo. Después, reconocimiento y gratitud inmensa. Todo comienza en Asturias, donde la bocamina nutría y devoraba a la vez. A las huelgas mineras de 1962 y 1963, el Gobierno de la dictadura respondía con detenciones, tortura y desterramientos. La brutalidad también se ceba con ellas: Anita Braña, de Lada, y Constantina Pérez Martínez («Tina»), de la Jocara, rapadas al cero a modo de escarnio. El tormento era más cruel que el «mal de piedra» que horadaba los pulmones de los mineros. En casa de Eva y Alfonso se urdió la primera carta de los 102 intelectuales. La misiva enviada a Fraga Iribarne, ministro de Información y Turismo, finalizaba así: «nuestra condición de intelectuales, atentos a la vida y a los sufrimientos de nuestro pueblo». Aquella carta dio sentido y sustancia a términos como «sororidad» y «solidaridad» de los pueblos. Comprometerse y embarrarse el tiempo que nos queda («memento mori»). La lúcida locura de Alfonso, su sentido del humor, sus lenguas marginales y su rebeldía nos acompañarán siempre. Como Eva Forest y Jenofa Juncal, la roja gitana del monte Jaizkibel, desheredada de la fortuna.