IRAITZ CASILLAS MUñOZ
GUTUNAK

Perfectamente perfectos

A los trece años comencé a alisarme el pelo. A los quince empecé a taparme las ojeras con maquillaje. A los diecisiete me obsesioné con la delgadez. A los diecinueve, al dejar cierto medicamento, sufrí el efecto rebote y engordé dos tallas. A los casi veintiuno sufro de baja autoestima y de dismorfia corporal. Siempre me he preguntado cómo debe ser nacer con una cara y un cuerpo perfecto, pero ahora me pregunto si existe realmente la perfección absoluta.

Al entrar en ciertas redes sociales lo primero que veo son personas, en su mayoría menores que yo, con cuerpos perfectos, cabellos perfectos, rostros perfectos, perfectamente perfectos. Al ver esto la única palabra que pasa por mi cabeza es pena, pena al pensar en la carga que deben sentir para lucir así. Me pregunto si realmente es esto lo que queremos como sociedad, vivir eternamente bajo la presión de la belleza perfecta.