Iñaki Lekuona
Profesor
AZKEN PUNTUA

Calvario

Durante un par de milenios la Iglesia nos habló de la Santísima Trinidad, pero no terminó de explicarlo bien. En realidad, el poder todopoderoso no se halla en la tríada padre, hijo y espíritu santo, sino en esta otra mucho menos espiritual, mucho más terrenal y enormemente efectiva, la de la culpa, el arrepentimiento y el perdón. Ese triángulo ha supuesto el punto de apoyo sobre el que algunos que se decían seguidores de Cristo construyeron, a sangre y fuego, la institución con la que desde entonces han venido moviendo el mundo con el dogma de su moralidad.

Pero ocurrió el milagro, no en forma de aparición mariana sino de comisión de investigación que durante dos años y medio de trabajo ha puesto en evidencia que bajo ese control trinitario se escondían desde 1950 cerca de 216.000 víctimas de abusos sexuales sobre menores por parte de curas de la Iglesia católica francesa, una cifra que llega a una estimación de 330.000 si se tienen en cuenta las agresiones de laicos que, como profesores, catequistas o monitores, actuaban a la sombra de la santa institución.

Este fin de semana la Conferencia episcopal se ha refugiado en el misticismo de Lourdes para realizar su particular mea culpa, en el que públicamente mostrar arrepentimiento y reclamar absolución, como si todavía esa trinidad pudiera obrar el milagro de hacer desaparecer un calvario que no tiene perdón de dios.