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«Green pass» italiano: ¿cómo funciona el pasaporte covid?

Italia es uno de los países que más lejos ha llevado el pase sanitario, lo demanda hasta para acudir al trabajo.


El uso del pasaporte sanitario está en vigor en Italia desde agosto, pero desde el 15 de octubre es obligatorio también para acceder a los lugares de trabajo, requisito que ha abierto numerosas polémicas, incluso entre expertos en la Constitución.

A pesar de ser uno de los países con mejor tasa de vacunados, con alrededor del 85% de la población diana con las dos dosis, Italia se encuentra siempre al borde de la contradicción en lo que a medidas de prevención se refiere.

El green pass, término anglófono con el que se conoce al pasaporte sanitario en ese país, está en vigor desde el pasado mes de agosto, pero su uso se endureció a partir del 15 de octubre, cuando se adoptó también en el trabajo. La decisión no ha estado exenta de polémicas, incluso entre constitucionalistas.

¿Y cómo funciona este green pass? Tiene una validez de doce meses, de momento, aunque se está planteando la opción de reducirla hasta los nueve o los seis meses. Este pasaporte sanitario, que puede tener formato digital o en papel, se entrega nada más completar la pauta y también a aquellas personas que han recibido un solo pinchazo, aunque en este caso 15 días después de la inoculación.

De la misma forma, el documento sirve para certificar que usuarias y usuarios han pasado la enfermedad en los últimos seis meses o incluso que han sido testados con resultado negativo en las 48 horas anteriores.

Los antivacunas han hecho valer este último aspecto para subrayar que no hace falta recibir ningún pinchazo, sino que basta simplemente con hacerse una PCR o un test rápido cada dos días, con todos los costes que ello implica

También para trabajo y estudios. El problema surge al ver para qué sirve y dónde se utiliza el green pass, es decir, para entrar en los locales de ocio, visitar a los enfermos en las residencias, viajar al extranjero y, sobre todo desde el 15 octubre, también para acceder a los lugares de trabajo, lo que ha abierto otros frentes de polémica.

También para entrar en las universidades hay que enseñar el pase, pero una gran cantidad de veinteañeros no ha recibido ninguna de las dos dosis. El mismo problema se observa en las escuelas de Secundaria, donde muy pocos alumnos han sido vacunados y de esta forma el virus puede propagarse, aunque de manera menos virulenta.

Lo cierto es que este «pase a la italiana» ha sido interpretado como una obligación para vacunarse encubierta. Una vacuna en cierto modo asimétrica respecto al ‘green pass’ al ir perdiendo efecto con el paso de los meses. Algunas personas inoculadas bromean con que su cobertura, como se dice en Italia, «dura menos que un gato en una autopista».

El artículo 1. Todo parece transitar, pues, sobre el hilo de la incertidumbre y de la contradicción, pero en general la cuestión del trabajo, ante la posible distinción entre ciudadanos «de primera y segunda división», está afectando notablemente al debate. Y más aún porque el artículo 1 de la Constitución establece que «Italia es una República Democrática fundada en el trabajo».

Se puede discutir mucho sobre el sentido de esta expresión, sobre si es una construcción vacía o muy retórica, pero es así como figura y fue fruto de una serie de compromisos cuando fue redactada.

Constitucionalistas e intelectuales están contestando duramente a la aplicación de este green pass en los lugares de trabajo, que puede generar problemas también entre los vacunados. De igual manera, hay opositores a las vacunas que prefieren quedarse teletrabajando en casa antes que pincharse.

Desafortunadamente, el clima social que se está instaurando en Italia es el típico de una «guerra entre pobres», como un cubo de Rubik sin solución. En Europa, sin embargo, se está repitiendo que el país gobernado por Mario Draghi puede ser un modelo para el resto de Estados. Austria ya ha seguido el ejemplo y no se descarta que Alemania también lo haga, tal vez mejorando algunos aspectos.