La renta incondicional, un debate enriquecedor

Existe una importante controversia en torno a la renta básica incondicional (RBI), especialmente en ámbitos académicos y sindicales; tal vez sea porque la gente corriente ve la propuesta excesivamente utópica. La idea que plantea la RBI sería asignar a cada persona una renta anual sin condiciones, por el simple hecho de nacer. El programa se financiaría con una reforma fiscal de la que existen diferentes versiones, algunas poco realistas. Con esta idea en mente se ha realizado un notable número de experimentos, sobre todo en Europa, pero, una vez finalizado el periodo de prueba, ninguno de ellos ha prosperado.

En Euskal Herria hubo un importante debate a finales del siglo pasado, el cual se estructuró alrededor de la Carta de Derechos Sociales, en la que se plantearon tres reivindicaciones: el reparto del trabajo, un ingreso mínimo para aquellas personas sin recursos y vivienda pública en alquiler. Fruto de aquella iniciativa sindical y social se aprobó el ingreso mínimo para todas las personas cuyos recursos no lleguen a cierto umbral, que llevó posteriormente a la implantación de la actual Renta de Garantía de Ingresos (RGI). A diferencia de la renta incondicional, aquella iniciativa enlazaba trabajo, ingresos y vivienda como elementos básicos para garantizar a la ciudadanía una vida digna. Contemplaba no solo el derecho a una parte del producto social, sino también el deber de participar en el trabajo socialmente necesario para que la sociedad funcione.

Mientras prácticamente todos los programas de la izquierda europea contemplan algún tipo de experimento con la renta incondicional, la izquierda norteamericana apuesta por el trabajo garantizado. Tal vez porque de poco sirve allí tener una renta cuando se carece de servicios y prestaciones públicas. En cualquier caso, los debates que generan estas propuestas siempre son positivos: permiten perfilar mejor el tipo de sociedad a la que aspiramos y los obstáculos que hay que remover para alcanzarla.