GARA
TEGUCIGALPA
PERFIL

De las protestas contra el golpe a la Presidencia de Honduras

La ganadora de las elecciones presidenciales en Honduras, Xiomara Castro, de 62 años, ha logrado una amplia victoria entre ataques del machismo y el derechismo hondureño, que prometen acentuarse durante su mandato.

Procede de una familia católica de clase media y ha ganado su popularidad al defender a los más desfavorecidos en un país donde más de la mitad de la población vive por debajo del umbral de la pobreza.

Pero en una Honduras profundamente conservadora, de tradición machista y sometida durante décadas a regímenes derechistas, es calificada por sus opositores como «comunista» –el espantajo que la derecha en Latinoamérica agita ante cualquier candidato de izquierda o simplemente reformista–, a la vez que la consideran una marioneta de su primo y marido, el expresidente Manuel Zelaya, con quien se casó a los 16 años y con quien tiene cuatro hijos.

Castro se hizo un nombre en la política al convertirse en la cara de la resistencia cuando tomó la cabeza de las grandes protestas –y más tarde de la coalición opositora– contra el golpe de Estado que derrocó a Zelaya el 28 de junio de 2009 con la intervención de círculos empresariales, judicatura y partidos de derecha con el apoyo del Ejército.

Las movilizaciones la llevaron a militar en el Frente Nacional de Resistencia Popular (FNRP), que exigía la restitución de Zelaya.

Tras el golpe de Estado y el exilio, Zelaya fundó Libre (Libertad y Refundación), donde aglutinó a sectores de izquierda y reformistas del Partido Liberal.

Previamente, Xiomara Castro había participado en el Partido Liberal al que pertenecía su marido, una formación de derecha más moderada que el Partido Nacional y que sumaba voces más reformistas, organizando su rama femenina en el municipio de Catacamas y apoyando la campaña presidencial de Zelaya en 2005.

Pero las reformas que impulsó Zelaya a su llegada al poder y que provocaron la reacción golpista fueron más lejos de la política tradicional, demasiado en una «república bananera» de manual como Honduras, y decantaron la trayectoria política de ambos hacia la izquierda.

La adhesión a la Alianza Bolivariana de los Pueblos de Nuestra América, ALBA; el acercamiento a Venezuela, Nicaragua o Cuba; las reformas en las importaciones de combustible y el proyecto de reforma de la Constitución a través de una Asamblea Constituyente fueron alarmando a poderes económicos y políticos mientras Castro aún era la «primera dama».

Significativas reformas

Ahora, además de los grandes retos políticos en un país marcado por la violencia y la pobreza, tendrá que afrontar el señalamiento de la derecha hondureña como un instrumento de su esposo.

Sus opositores también arremeten contra ella por sus propuestas de legalizar el aborto terapéutico y el matrimonio entre personas del mismo sexo, temas particularmente controvertidos en un país donde la población se distribuye casi por igual entre la Iglesia católica y las obediencias evangélicas.

La próxima presidenta blandió en campaña el proyecto de «socialismo democrático hondureño», cuidándose de no identificarse con Venezuela o Cuba.

Ya fue candidata en 2013, cuando perdió por un estrecho margen frente al actual presidente, Juan Orlando Hernández, ahora acusado de narcotráfico.

Ahora ha concurrido en coalición, entre otras formaciones, con la Unión Nacional Opositora de Honduras (UNOH), liderada por Salvador Nasralla, estrella de televisión al que cedió la candidatura en 2017 y que perdió las elecciones por una pequeña diferencia frente al mandatario saliente y entre fundadas sospechas de fraude.

En campaña ha prometido también significativas reformas en un país que es campo abierto para grandes multinacionales y proyectos extractivos, como derogar la ley que creó las Zonas Empleo y Desarrollo Económico (ZEDE), zonas del territorio nacional cuya política fiscal, de seguridad, derechos laborales o de resolución de conflictos, entre otras competencias, están en manos de las empresas inversoras, al margen de la legislación nacional.

También ha retomado la idea de una Asamblea Constituyente para modificar la Carta Magna y «refundar el país».

Al celebrar su victoria aseguró que su objetivo es acabar con «la corrupción, el narcotráfico y los escuadrones de la muerte» y añadió que «no fallará a las mujeres», con cuyos derechos se halla muy comprometida.