Agus Hernan
Coordinador del Foro Social Permanente
GAURKOA

«Diálogos improbables» ante el nudo del relato

Esta semana el Foro Social Permanente ha dado inicio a una nueva dinámica titulada “Ustekabean, topo - Diálogos improbables”. Lo ha hecho, como siempre lo hace, aprendiendo de experiencias internacionales con el fin de generar espacios de encuentro públicos y privados que profundicen en una memoria crítica inclusiva. Y aunque aquí siempre se piensa que «el nuestro no es comparable con otros procesos», los «diálogos improbables» están siendo una experiencia exitosa en numerosos conflictos.

Aprovecho para recordar la misión del Foro Social: identificar los nudos, estudiar experiencias internacionales, hacer recomendaciones inclusivas y facilitar su resolución. Un método de éxito que está funcionando en cuestiones como el desarme civil y la disolución de ETA, las víctimas, la situación de las personas presas o, más recientemente, los ongi etorri.

Tras la disolución de ETA, el Foro Social Permanente identificó tres nudos por resolver: 1. el derecho de todas las víctimas a la verdad, la justicia y la reparación, superando toda expresión de discriminación; 2. la aplicación de una política penitenciaria que supere la todavía existente excepcionalidad; y 3. una memoria crítica inclusiva que supere la denominada «batalla del relato».

Desde 2018, el Foro Social Permanente ha dedicado sus esfuerzos, con notables avances, a desatar los dos primeros nudos, aunque debemos reconocer que aún queda mucho trabajo por hacer.

Ahora, hemos decidido dedicar nuestros esfuerzos en los próximos meses al tercer nudo, situado en la batalla del relato. Aunque estos años se han dado pasos notables en la sociedad hacia una memoria crítica inclusiva, y este tema cada día condiciona menos dar otros pasos en materia de víctimas y personas presas, curiosamente es el nudo que más está costando soltar.

Lanzar esta dinámica en un contexto como el generado por el décimo aniversario de la Declaración de Aiete no es casualidad. Tampoco que sea después de que el Foro Social presentase el pasado 6 de noviembre las “Bases para un pacto social e institucional para la convivencia democrática”.

Creemos que todo lo que ha sucedido durante y después de Aiete, las numerosas aportaciones recibidas y su acogida mayoritariamente positiva, han generado un ecosistema más favorable para el diálogo y la escucha.

En las semanas previas al décimo aniversario, el Foro Social Permanente venía demandando que Aiete debía servir como palanca para avanzar y no para seguir dando vueltas a la noria de la batalla del relato. Desde el respeto absoluto al debate interpartidario, esa es la situación en que se encuentra esta cuestión: girando sobre sí misma desde hace unos años, repitiéndose los mismos argumentos.

En el Foro Social Permanente estamos preocupados y preocupadas. En nuestra sociedad es patente el cansancio de la larga etapa de confrontación. Es fuerte la tentación de pasar la página del pasado sin hablar de él, sin aprender de sus errores.

En nuestra opinión, el mayor peligro en este contexto es caer en la «no-memoria» y hacerlo sin consolidar el objetivo que nos une a todas y todos: las garantías de no repetición.

Las razones de este hartazgo son múltiples. Una de ellas, la permanente crispación que genera la batalla del relato en el debate político. Una crispación que demuestra que todavía estamos lejos de la cultura del diálogo como instrumento principal de resolución de los conflictos. Unos conflictos que, dicho sea de paso, siempre existirán.

Desde distintos sectores se ha intentado imponer la tesis del relato único. Esta estrategia se ha demostrado agotada y es preciso afrontar esta cuestión desde una perspectiva inclusiva y resolutiva.

Una segunda tesis es la de aplicar la regla mayoría/minoría en esta cuestión. Sería un grave error construir un marco de debate único que margine a un sector importante de la sociedad impidiéndole aportar su propio relato. Es necesario que todas las visiones puedan sentirse incluidas. Porque las exclusiones no son más que semillas de conflictos venideros.

Si, como parece de puertas a dentro, está extendido el diagnóstico de que no será posible llegar a una narrativa única de lo sucedido en este país y de sus causas, es hora de dar un paso decidido adelante y afrontar de manera ordenada las diversas visiones de lo acaecido.

Si existe una verdad histórica –los hechos–, no existe ni un relato, ni dos, ni siquiera tres. Han existido, existen y existirán visiones diversas sobre lo sucedido, y si bien debemos tratar de buscar toda la verdad, con todo lo amarga que la misma pueda ser, esta verdad completa será, en definitiva, la suma de diversas e incluso divergentes verdades.

Lo importante es que todas estas sean reconocidas y respetadas y, al mismo tiempo, que desde esta aproximación empática hagamos, todas y todos, un intento de entenderlas –sin necesidad de compartirlas–, así como un intento de reflexión autocrítica desde nuestras propias visiones.

Debemos observar lo sucedido, escucharnos, con una mirada crítica constructiva hacia nosotras mismas, así como empática hacia el resto. Nadie tuvo, ni tiene, el monopolio de la verdad.

La construcción de la convivencia democrática requiere hablar sobre todo lo que ha sucedido; conocer cómo hemos vivido unas y otras personas todas esas violencias que durante tantos años han sido parte de nuestra vida diaria y que en demasiadas ocasiones desconocemos, por haber buscado cobijo en la zona de confort de nuestra respectiva trinchera.

Tras el verano hemos venido insistiendo en el tránsito que debe hacer la «batalla del relato» del escenario de crispación en que está secuestrada a un escenario sosegado y constructivo. Sacarla del micrófono.

Como queda reflejado, “Diálogos improbables” buscará, aprendiendo de las experiencias internacionales, generar espacios de encuentro públicos y privados que profundicen en una memoria crítica inclusiva y, al mismo tiempo, determinen un nuevo marco de debate que, respetando todos los relatos, sea capaz de aportar en esta difícil cuestión.

En el camino hacía la reconciliación, es nuestra responsabilidad no transferible a las nuevas generaciones, profundizar en esta cuestión.