Iker BIZKARGUENAGA

Dos meses andando a la pata coja

La intervención de Iñigo Urkullu ayer en el Parlamento provoca estupefacción. También otros sentimientos, pero sobre todo estupefacción. Sostuvo que esta ola ha cogido a todo el mundo con el pie cambiado, pero no se pueden obviar datos como que a principios de noviembre la OMS ya advirtió de que la pandemia podría causar un desastre en Europa este invierno, ni que cuando el 5 de octubre el lehendakari anunció el fin de la Emergencia Sanitaria la tasa de incidencia acumulada en la CAV era de 63 casos por cien mil habitantes, mientras esta semana ha superado el millar. Es mucho crecer para escudarse en la sorpresa, y ha habido tiempo para haber adoptado medidas que frenaran los contagios. Pero no se han tomado.

Porque el pasaporte no va a romper la cadena. Las vacunas no están diseñadas para eso, sino para proteger de la enfermedad grave, y aunque evitan buena parte de las infecciones, no son capaces por sí solas de impedir oleadas como esta. Salta a la vista, y todos conocemos a gente vacunada que se ha contagiado estos días. Eso con la variante delta, la capacidad de evasión de la ómicron es mayor y pronto será la dominante. A efectos epidémicos el pasaporte es un placebo. Sin embargo, es lo único que hay.

Argumenta el lehendakari que no tiene competencias, pero nada le impide aplicar las medidas que el Centro Europeo para el Control y la Prevención de Enfermedades ha destacado esta misma semana: teletrabajar, garantizar la ventilación en espacios cerrados, reducir las aglomeraciones en el transporte público...

Puede hacer todas estas cosas –también podría reforzar Osakidetza en vez de desmantelarla– y no lo está haciendo. Así que no es que la ola haya cogido a nadie con el pie cambiado, sino que algunos llevan más de dos meses a la pata coja intentado atrapar a un virus que cada vez corre más rápido.