Alessandro RUTA
REFLEXIONES CINÉFILAS

«MATRIX», EL SISTEMA HA CAÍDO EN SU PROPIA TRAMPA

El cuarto capítulo de la saga es seguramente un «déjà-vu», que en la filosofía de la película significa un fallo del Sistema. En realidad bastaba con la primera y su contexto, al filo del año 2000 y con los seres humanos utilizados como pilas para las máquinas.

Esta no es una crítica de “Matrix Resurrections”, si buscáis eso aquí no lo encontraréis. La verdad es que para mí esta saga cinematográfica se acabó con la primera película, y nunca me he atrevido a ver ni la segunda ni la tercera. “Matrix”, la primera, la original, está, en mi humilde opinión de zinemazale, entre las diez películas que marcan la historia de la cinematografía mundial. Como podrían ser “8 y 1/2”, de Federico Fellini, y no porque soy italiano, o “El gran dictador”, de Charles Chaplin. Algo así.


Productos únicos que no necesitan otra vuelta, porque ya está todo allí dentro. Películas que fotografían también momentos precisos de la humanidad. Muchos de estos filmes no vienen de obras teatrales o novelas, sino que están hechos directamente para la gran pantalla, porque el cine es algo distinto, es «el séptimo arte».

«Product Placement»

“Matrix”, a todo esto, fue realmente una revolución. El desarrollo de la película ya era bueno y a todo ello se añadía un estilo de grabación, el llamado bullet-time, que parecía representar un videojuego. Cuando disparan a Neo (Keanu Reeves) y todo, literalmente, se para, la cámara da un par de vueltas al cuerpo del protagonista y te sientes dentro de la pantalla. Es realmente una pasada. No era una novedad absoluta, pero como afirmaba Pablo Picasso: «El artista mediocre copia, el grande roba». En Hong Kong ya se utilizaba mucho esta técnica, con un público mucho más pequeño con respecto a Hollywood. Enhorabuena a los hermanos Wachowski –que posteriormente hicieron su transición de género– por haber sido tan list@s.


La fuerza comunicativa del primer “Matrix” se encuentra también en el momento de su publicación, aquel 1999 fundamental y místico por el miedo que daba el paso al tremendo 2000, el millennium bug que iba a paralizarnos todos. En cualquier otro momento del siglo XX no hubiera podido tener el mismo impacto.


La película es llamativa mucho más allá de su trama, su léxico parafilosófico ya de por sí muy interesante y fundamentalmente también por otro aspecto: poca gente se ha fijado en ello, pero hablamos de un monumental escaparate de productos icónicos, una publicidad continua y oculta de gafas de sol –sin que en el film haya mucho sol–, abrigos negros de piel hasta los tobillos y sobre todo el teléfono móvil.


Mejor dicho, aquel tipo de teléfono móvil, de una marca que no se puede decir –una ayuda: ha sido también el nombre de un equipo ciclista profesional– y que habrá ganado unos cuantos millones gracias a “Matrix”. Todos en la película utilizaban aquel instrumento para comunicarse, tanto en la «realidad» como en la «virtualidad».
Nunca en la gran pantalla, antes y después, se ha visto nada parecido. Un product placement de manual, sin duda. Con respecto al día de hoy, todo es un déjà-vu que, como nos ha enseñado Trinity (Carrie-Anne Moss), es un fallo del Sistema, «una imperfección cuando se está cambiando algo». Se lo dice a Neo cuando ve el mismo gato en pocos segundos. Y esta película, la cuarta, ¿no sera simplemente un déjà-vu de lo que ya hemos visto?

Entrar en El Sistema

Porque Matrix, la Matriz, es un sistema. Mejor dicho, el Sistema. Todo lo que respiramos, apercibimos, tocamos, sentimos, es falso, es “Matrix”. «Dame una definición de real», es la provocación de Morpheus (Laurence Fishburne) a Neo mientras le explica todo. Algo de parakantiano, el «fenómeno» (objeto captado por los sentidos) que esconde el número (objeto pensado por la razón), la cosa en sí misma que no se puede conocer, la realidad cruel y despótica, donde los seres humanos son pilas que las máquinas utilizan para sobrevivir.
Bueno, Immanuel Kant, aquel filósofo alemán cuya obra se estudia entre el penúltimo y el último año del ciclo escolar, no era tan pesimista. Reconocía que al final el ser humano no podía llegar realmente a conocer la Verdad, porque para la «razón pura» era imposible. Con la razón práctica sí, de alguna manera, gracias a la ley moral.


Y al final de su vida, en el libro “Crítica del juicio”, Kant supuso que también con el arte, el «sublime» provocado por algunas obras, se podía percibir algo, anticipando el Romanticismo y el Idealismo. Es lo que está escrito hasta en la tumba del filósofo alemán, como un manifiesto: «El cielo estrellado sobre mí y la ley moral que hay en mí», estupor para lo que se ve y tranquilidad interior. El profesor Kant era, además, un hombre que, me acuerdo de esta anécdota, vivía en un déjà-vu tipo al gato de Neo, porque era ultrarrutinario. Los habitantes de Konigsberg, hoy en día Kaliningrado, en Rusia, ajustaban sus relojes cuando veían salir a la calle a este hombre minúsculo, pero de enorme sabiduría.


¿Entonces “Matrix” es una película que intenta formalizar parcialmente la filosofía del gran alemán? No, por favor, estamos de broma. Es entretenimiento puro, espectáculo, artes marciales con un toque de misticismo... es solamente cine.


Hay que recordar que en la película, Neo, «el Elegido» cuatro años antes de LeBron James, tiene que ser llevado a una cita con un oráculo. ¿Y quién será esta persona? Una señora mayor que está cocinando unas galletas en una habitación donde otros genios y «elegidos» están pasando el tiempo. Como el chiquitín calvo y casi budista que tuerce una cuchara con la fuerza de la mente explicando que en realidad «la cuchara no existe». Y no por razones filosóficas, sino porque es una película, y el cine es ficción.


Nivel alto y bajo, muchas expectativas para nada. El mismo Neo, a quien le han inflado tanto la cabeza diciéndole que es «el Elegido», insiste contestando que no, que él es solamente un buen hacker y no tiene nada de especial aparte de su capacidad de robar datos en la red.


Por eso también “Matrix” es un filme especial que lleva unos mensajes interesantes y premonitores. ¿El más llamativo? El de poder aprender cualquier cosa en dos segundos, simplemente cargando ese tema en el cerebro, como si fuese un disco dentro un hardware. «Yo sé practicar kung fu», «demuéstramelo», se encaran Neo y Morpheus. Ni el uno ni el otro tenían la mínima idea de kung fu, pero gracias a un programa les habían instalado los movimientos más espectaculares. Un poco como los que a día de hoy hablan de cualquier cosa después de haber leído Wikipedia, o algo así.

Pilas para máquinas

El otro mensaje es claramente la visión de la persona como «pila» para un mundo de máquinas y eso pasa cada vez que una persona joven trabaja gratis, o de prácticas, o con un salario ridículo, pero con mucho entusiasmo porque un día sí, vete a saber, «te llamaremos», «tendrás mucha visibilidad». Sobre todo “Matrix” termina con el primer capítulo. No se puede imaginar algo que vaya más allá del último y definitivo mensaje, que para romper un Sistema hay que entrar dentro del Sistema, físicamente, y romperlo. Es lo que hace Neo con el agente Smith, de manera muy simple y casi aburrida, tras haber intentado ser más listo y fuerte que los malos.


No se puede ir más allá de ese final, de ese contexto –el inminente año 2000, los productos novedosos en aquella época– y del hecho de que las máquinas ya han ganado, ya nos controlan. Además teniendo en cuenta que en la mayoría de los casos el capítulo dos de una saga cinematográfica tiene resultados obscenos. Con algunas excepciones, creo: “El padrino”, “Terminator”, “El señor de los anillos”… “Agárralo como puedas”.
Pero, en este caso, es mejor ver solo el original. En todo el mundo, aprovechando la salida del cuarto capítulo, se van emitiendo los tres anteriores, y el primero es el que todavía tiene más eficacia. Los otros son unos fallos del Sistema, unos déjà-vu.