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«Hallyu»: Corea del Sur exporta una ola que sacude la cultura universal

La toma de control global por parte de la cultura de Corea del Sur es un hecho de poder. Con una amplia gama de ofertas –series, videojuegos, música pop...–, este fenómeno conocido como la ola coreana o «Hallyu» se ha disparado. Atrae audiencias en todo el mundo y domina buena parte de la pujante industria global.


Es una reversión irónica de la historia. Hace unas tres décadas, los cineastas surcoreanos temían tanto ser eliminados del mercado por una descontrolada incursión de películas de Hollywood que, en protesta, lanzaron serpientes vivas en los cines de Seúl que proyectaban la película “Atracción fatal”. Hoy, la conocida como «Hallyu» u «ola coreana» (la popularidad global de la cultura pop de Corea del Sur) tiene un impacto geopolítico y económico que muy pocos hubieran imaginado entonces.

Se trata de un fenómeno multifacético que ha realineado los medios de comunicación y las industrias culturales del país, un síntoma de formación de discurso y una práctica de la política cultural nacional cuyo objetivo es promover la competitividad económica promoviendo la innovación y la expansión en las industrias creativas. Ahora, Corea del Sur exporta más cultura que la que importa.

A ello ha contribuido la confluencia de redes sociales y servicios de streaming que derriban fronteras culturales y barreras idiomáticas. Corea del Sur, debido a su tradición de industrialización orientada a la exportación, realmente diseña todo para exportar. Al principio, pensaron que solo le gustaría a la diáspora coreana, y no era cierto; que solo engancharía a la diáspora asiática, y tampoco lo era. Ha desafiado todas las expectativas con una calidad que se ha ido acumulando durante mucho tiempo y que ha encontrado canales de comunicación para llegar a todos los rincones del planeta. La música pop coreana, series como “El juego del calamar”, películas como “Parásitos”, son muestra de este renacimiento cultural y del nuevo «poder blando» surcoreano.

Más cultura, más país

La pregunta que muchos analistas internacionales siguen haciéndose, incrédulos, es «¿cómo es posible?». ¿Cómo un país relativamente pequeño puede crear historias que tanta gente quiera consumir, en inglés, en castellano, francés o árabe? «Hallyu» ha provocado fervor, una sed que atraviesa idiomas y culturas y se expande de forma viral. Más que Hollywood, que Bollywood, como un tsunami.

Corea del Sur, tutelada militarmente por EEUU frente a Corea del Norte, siempre ha estado obsesionada con el “poder blando”, con tener una voz propia en el mundo. Con el éxito de este impulso cultural que está arrasando a escala internacional, creadores y políticos, la industria creativa y los líderes del país afirman que ya ha llegado «nuestro momento» y que se abren nuevos horizontes, no solo para la industria y los negocios, también para que la nación coreana tenga más voz y poder; y para que, eventualmente, pueda reunificarse.

Es difícil saber por qué el resto del mundo consume cultura surcoreana y qué hace que millones de fanáticos de todo el planeta bailen al ritmo de BTS o se enganchen durante horas con “El juego del calamar”. Pero, sin duda, hay mucho de genio creativo y muchísima inversión de Estado en “poder blando”. La cultura surcoreana ha entrado en un círculo mágico en el que el éxito en un campo conlleva el éxito en otros, con productos de calidad que la gente de todo el mundo quiere ver, escuchar o leer. Con ello, Corea del Sur ha ganado en reconocimiento global. Los avances en la proyección de su cultura se traducen en ganancias económicas récord y en un creciente peso internacional del país.

El enorme «poder blando» de la poderosa cultura popular

La influencia cultural global de Corea del Sur está fuera de toda duda. Era conocido su dominio en la producción de videojuegos y, cada vez más, en el popular campo de los deportes electrónicos. Ahora, la banda musical BTS también bate récords y acapara premios en todo el mundo, mientras que la película “Parásitos” es aclamada por la crítica y varias series han arrasado en estos tiempos de viralidad.

El Gobierno surcoreano quiere involucrarse activamente para convertir la poderosa cultura pop del país en un verdadero «poder blando». Este objetivo ha implicado traer celebridades a tradicionales eventos diplomáticos, alistarlas para grabar mensajes de apoyo antes de negociaciones importantes y demás. No obstante, existe una distinción entre la «marca país» (que generalmente promueve una visión positiva pero relativamente superficial de sí mismo) y el «poder blando». Corea del Sur toma el atractivo de estos recursos culturales y los combina para crear y consolidar nuevos cambios a largo plazo en la forma en que la gente piensa sobre o interactúa con el país. En definitiva, de eso trata el «soft power»: de hacer que las otras partes quieran lo que tú quieres. GARA