Los datos sobre la pobreza en nuestra sociedad suelen divulgarse sueltos, separados unos de otros, y esa dispersión hace que el cuadro general sobre el aumento del número de personas en situación de necesidad quede a menudo bastante difuminado. Sin embargo, las noticias sobre la pobreza son diarias y a poco que se reúnan unas pocas suelen mostrar una fotografía bastante preocupante. Ayer, sin ir más lejos, la Diputación de Gipuzkoa hizo públicas las conclusiones de un estudio que señala que entre 2018 y 2020 la pobreza energética afectó a 6.300 hogares más, con lo que ya entonces afectaba a una 43.700 familias, esto es, a más de 100.000 personas en todo el herrialde. Y eso que el estudio no recoge los actuales precios de récord de la electricidad.

La subida de los precios en general, el incremento de los costes energéticos, el trabajo precario… todo va minando las economías familiares hasta llegar en ocasiones a tener que vivir en la calle. En Donostia son alrededor de 200 las personas que duermen a diario a la intemperie, muchos de ellos jóvenes. Y a pesar de los estudios –como el reseñado de la Diputación–, el Ayuntamiento ha decidido mantener cerrado el albergue La Sirena, ya que el consistorio considera que con abrirlo cuando hiela ya es suficiente. Un gesto de «magnanimidad» que retrata la falta de sensibilidad social del actual gobierno municipal de Donostia.

A pesar de esta desidia institucional, crecen las iniciativas populares, solidarias y reivindicativas para ayudar a las personas en situación de necesidad. En Donostia, 40 personas han decidido empezar a dormir en la calle todos los jueves acompañando a las personas sin techo hasta conseguir que el Ayuntamiento abra el albergue municipal. En Nafarroa otra iniciativa que aúna teatro y solidaridad bajo el título ‘Aporofobia Stop’ busca visibilizar el rechazo a las personas en situación de pobreza. Afortunadamente, la solidaridad y el compromiso siguen latiendo en la sociedad vasca.