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Azu muguruza, VII premio carmen adarraga
Entrevista
AZU MUGURUZA
ENTRENADORA DE IDK EUSKOTREN

«No tengo la maleta hecha; la idea es crecer aquí hasta donde pueda llegar»

Con una trayectoria que roza los 30 años al frente del banquillo de Ibaeta Basket, los nueve últimos en la Liga Femenina, la entrenadora donostiarra aspira a seguir creciendo al igual que su club, al tiempo que aboga por que cada vez haya más mujeres en la élite ejerciendo de entrenadoras, algo que a día de hoy solo pueden decir ella y Made Urieta (Kutxabank Araski).


Koro Fuentes, Mari Ayestaran, las Raquetistas, Nieves Alza, Arantza del Puerto Astiz, Carmen Díez Mintegui y ahora Azu Muguruza. Considerada como Mejor Entrenadora por la Asociación Española de Entrenadores de Baloncesto en 2015 y 2017, Muguruza recibía ayer en la Kirol Etxea de Donostia el VII Premio Carmen Adarraga por una trayectoria de casi 30 años de manos del departamento de Cultura y Deportes de la Diputación de Gipuzkoa. Un premio que llega en la víspera del derbi entre IDK Euskotren y Kutxabank Araski en Mendizorrotza.

Entre el derbi y el galardón, está muy ocupada. ¿Mejor verse asediada a entrevistas una semana o un mes sin nada?

Mejor que te asedien, porque si se da el caso es porque hay algo que comentar y que visibilizar. Pero un poco de equilibrio tampoco estaría mal (sonrisa).

¿Este VII Premio Carmen Adarraga, es motivo de alegría o es algo más?

Este premio sobre todo es entrañable porque no es un premio a que hayas ganado algo, sino ya más extenso a una trayectoria, por el trabajo a la visibilización del deporte femenino… Implica muchas cosas y de muchos años y eso ¡claro que es bonito!

Yo no me considero una pionera. Antes que yo ha habido mujeres que han ejercido tanto en el deporte como en otras facetas. En el caso de la propia Carmen Adarraga, ¡poca broma! porque tenían que hacerlo todo: jugadoras, entrenadoras, preparar toda la infraestructura…

Dijo usted: «seguimos en una sociedad machista, aunque nos cuenten lo contrario». ¿Es ese el «reverso» de estos premios?

En efecto. Desde el momento en que «tenemos que reconocer» a una mujer o existe la sensación de que «hay que» para que «parezca que» somos iguales, se evidencia que no lo somos.

Si tenemos que tener el Día de la Mujer Trabajadora el 8 de marzo para que ese día todas salgamos a decir lo que somos, evidencia que, por otro lado, tenemos un problema, creo. Para mí, la reivindicación tiene que ser día a día. Hablando del deporte femenino, si queremos que de verdad tenga aceptación, ¿por qué no vamos a verlo? ¿Por qué vamos el 8 de marzo a actos y demás, y no venimos cualquier día al Gasca a ver a Bera Bera, a ver a IDK Euskotren… o a cualquier otro deporte?

No es el primer premio que gana. La AEEB le concedió el Premio Antonio Díaz-Miguel a la Mejor Entrenadora de la Liga Femenina en 2015 y 2017, elegida por los entrenadores. ¿Le hizo especial ilusión?

Cada premio ha sido diferente. Muchos premios de esos han sido por una buena temporada y por eso deciden que, por el buen hacer el equipo, te dan un premio. Este premio del Carmen Adarraga es ya más largo, a toda una trayectoria, no a un año concreto.

Cuando te dan un reconocimiento es motivo de alegría. Si nadie te llama, parece que no existieras, pero tu trabajo es el mismo. Pero en este caso, hablamos de un premio más amplio… más global.

De hecho, al respecto del premio de la AEEB habría que darle una vuelta, porque por haber, hay más entrenadoras capacitadas aunque no estén en la Liga Femenina y se les puede reconocer su trabajo en la temporada. Es aburrido que en varios años nos hayan dado ese premio a Madelen Urieta o a mí como si fuera un «ahora tú; ahora yo».

Lleva usted desde 1993 al frente del banquillo del club, en distintas categorías. ¿Cuánto ha evolucionado Azu Muguruza y en qué se parece a entonces?

He cambiado porque, ante todo, la edad te hace cambiar; todo el mundo en la vida, según va creciendo y va cumpliendo años. Aprendes de las situaciones; a veces mejoras; otras cosas intentas no repetirlas; otras no las acabas de mejorar… Pero además de eso, está el cambio como entrenadora. Primero va asociado a tu persona, en tu cambio como persona, lógicamente cambias como entrenadora, pero cambias en la forma de actuar, en la forma de dirigirte, de tratar a la gente…

Lo que no cambias es la ilusión, la pasión, el trabajo, en el querer siempre que las cosas vayan bien, la exigencia personal que te marcas… Ahí no se cambia porque lo lleva una adentro y al revés, ves que con la experiencia acumulada, sabes que no puedes fallar en ese aspecto.

Desde 2013, está en la élite. ¿Qué viene ahora ganar títulos o jugar en Europa?

Ganar títulos se nos queda un poco lejos (sonrisa), porque todos sabemos lo que hay en la Liga Femenina. Jugar Europa sería lo más asequible. Pero primero tienen que acompañar los resultados, y en una liga tan exigente como esta, no es fácil. Y luego tienes que tener los recursos para poder jugarla.

En 2018 pudimos ir a Europa, pero nos pilló todavía muy «tiernos» económicamente, sin la suficiente experiencia en la Liga Femenina como para afrontar dos partidos semanales… Y aparte de los recursos económicos, también nos daba vértigo la falta de experiencia en todos los estamentos del club: de las jugadoras, del staff técnico, del propio club...

Pensamos que era más importante arraigar el proyecto en la Liga Femenina y a partir de ahí, si en otra ocasión nos clasificábamos, ver si ya estábamos preparadas para dar ese paso.

¿Se puede dar el proyecto por arraigado?

No se trata solo de que el proyecto haya arraigado, sino que también el club ha ido creciendo. No podíamos dar un paso a Europa cuando el club estaba aún haciéndose.

Cuando subimos a la Liga Femenina éramos, como se suele decir, «cuatro y un tambor» y entre todos lo hacíamos todo. ¡Ponte en esas circunstancias a afrontar una competición europea! El siguiente paso que dio el club fue crecer como estructura. Todavía creo que podemos crecer más, eso sí.

«Tengo dos hijos y he estudiado la INEF. Trabajo de ello por la mañana y por la tarde, entrenamientos». ¿Sigue sin poder entrenar en exclusividad?

Bueno… el problema no creo que fuera económico. Yo tengo un «trabajo de las mañanas», profesora en la Ikastola Ekintza. Es un trabajo que me gusta, un trabajo con el que pude empezar a sacarme la vida, porque el baloncesto en ese momento era un hobby. Y yo siempre consideré que ese era mi trabajo. El baloncesto estaba ahí, que me encantaba y era mi pasión, y que lo ejercía por las tardes a nivel amateur.

Pero es verdad que, en el buen sentido, el baloncesto se fue «complicando», como una relación que llega a algo más. Las cosas empezaban a salir, cada vez te veías más arriba… y un día te ves en la Liga Femenina, que es la élite de la competición, sí. Pero en ese momento tú no sabes para cuánto va a ser eso, si tú eres la persona adecuada para estar ahí, si el club va a poder estar ahí muchos años, si tú vas a poder dar el nivel… Por eso, siempre consideraba que  mi trabajo era el otro.

Ahora mismo… ¡puf! Podría dejar uno, sí. ¿Pero cuál dejo? Económicamente, podría dedicarme exclusivamente al baloncesto, porque además mis hijos ya son mayores y mi situación personal también ha cambiado mucho. El problema no es económico, sino que no es fácil para mí apostar por una sola cosa.

Usted dijo: «No creo en un baloncesto itinerante». ¿De salir de Ibaeta Basket, no hubiera apostado por otros banquillos de la Liga Femenina?

Nunca he tenido la maleta hecha, como otros entrenadores. Siempre la he tenido aquí. Jamás me planteé otra cosa. La idea era crecer con el proyecto del baloncesto femenino hasta donde se pudiera. No podría decir qué hubiera pasado de no haber ascendido a Liga Femenina… porque nunca he tenido la maleta preparada.

¿Qué hay que hacer para que Madelen Urieta y usted dejen de ser las únicas en la élite?

Hay entrenadoras ya capacitadas y preparadas para entrenar en la Liga Femenina –como en su día Anna Caula, Carme Lluveras o Anna Montañana–. ¿Por qué no apuestan por ellas? No lo sé. Cuesta dar ese paso y hay que intentar impulsar que se dé.

Se ha mejorado en todo estos últimos años, hay que decirlo: en directivas, preparadoras físicas, fisioterapeutas, entrenadoras ayudantes, árbitros… excepto en la figura del primer entrenador. Parece que cuesta dar a una mujer esa responsabilidad. Y en las ligas del Estado español, donde menos.

De GBC, ni hablamos.

(Sonríe) No ha habido acercamiento, ni creo que haya intención; de lo que no va a pasar, no te haces a la idea. Sigue siendo un deporte machista.