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MOSCÚ-KIEV
GUERRA EN UCRANIA

El ataque en la central de Zaporiyia eleva el miedo nuclear

Los combates en torno a la mayor central nuclear en Europa, en Zaporiyia, dispararon la alarma por el riesgo nuclear en la guerra y las acusaciones de Kiev a Rusia por un bombardeo «irresponsable» que Moscú negó y atribuyó a saboteadores ucranianos. Las ciudades siguen siendo objeto de ataques a la espera de los corredores humanitarios.

El ataque en la noche del jueves a la central nuclear de Zaporiyia, la más grande de Europa, provocó la alarma por las impredecibles consecuencias de la guerra en Ucrania.

«Sobrevivimos a una noche que podría haber acabado con la historia, la historia de Ucrania. la historia de Europa», señaló el presidente ucraniano, Volodimir Zelensky, que aseguró que una explosión en la central eléctrica habría sido el equivalente a «seis Chernóbiles».

El viernes, el Ejército ruso ocupó el centro de Zaporiyia, donde los ataques de su artillería, según los ucranianos, provocaron un incendio durante la noche. No obstante, el fuego afectó a un laboratorio y a un edificio de formación y fue extinguido por la mañana, sin dañar ningún elemento esencial de la central. Aun así, elevó la alarma de los mensajes occidentales ante un conflicto que ahora alcanza ya a toda Ucrania, con una lista cada vez más larga de ciudades bombardeadas.

Kiev acusó a Rusia de «terror nuclear» y el Consejo de Seguridad de la ONU volvió a reunirse de urgencia para estudiar las consecuencias de estos ataques sobre los que la responsable de Asuntos Políticos de la ONU, Rosemary DiCarlo, señaló que «las operaciones militares alrededor de instalaciones nucleares y otras infraestructuras civiles no son solo inaceptables, sino altamente irresponsables».

Sin embargo, el embajador ruso en la ONU, Vasily Nebenzia, aseguró que sus tropas no atacaron la central y atribuyó los combates en la instalación a «una campaña de mentiras y desinformación sin precedentes contra Rusia». Según la versión de Moscú, las tropas rusas ya ocupaban la instalación cuando fue atacada en una operación de saboteadores ucranianos.

«El ataque a una central nuclear demuestra la naturaleza irresponsable de esta guerra y la necesidad de ponerle fin», deploró el secretario general de la OTAN, Jens Stoltenberg.

Zaporiyia, ubicada en el río Dniéper a unos 550 km al sureste de Kiev, tiene una capacidad de casi 6.000 megavatios, suficiente para suministrar electricidad a unos cuatro millones de hogares. Su toma de control por las fuerzas rusas dejaría en sus manos buena parte del suministro eléctrico de Ucrania.

El temor a un incidente nuclear ya se extendió el 24 de febrero cuando se entablaron combates cerca de Chernóbil, ahora en manos de tropas rusas.

En el resto del país, jalonado por blindados destruidos, edificios derribados y columnas de humo, siguen los combates. En Chernigov, al norte de Kiev, al menos murieron 47 personas en el bombardeo de una zona residencial, según acusaron las autoridades ucranianas. La situación también se ha convertido en un «infierno» en Ojtyrka, y «crítica» en Sumy, según las autoridades locales. En cuanto al estratégico puerto de Mariupol, los responsables locales calificaron la situación humanitaria como «terrible» tras 40 horas de bombardeos ininterrumpidos y de asedio a la ciudad.

Todavía no se han preparado los corredores humanitarios que se acordaron en las negociaciones del pasado jueves y que está previsto que continúen este fin de semana también en territorio de Bielorrusia.

Pero el presidente ruso, Vladimir Putin, dejó claro que un acuerdo más allá solo será posible si se aceptan todas las demandas rusas. En una conversación con el líder bielorruso, Alexandr Lukashenko, Putin aseguró que las tareas de la campaña militar «se cumplen y se cumplirán totalmente». Los objetivos declarados por Putin son conseguir el reconocimiento de Crimea como territorio ruso, la desmilitarización y la «desnazificación» de Ucrania, y que no suponga una amenaza hacia Rusia, aunque no ha desvelado su plan tras una eventual victoria militar, limitándose a señalar que no habrá ocupación del país «y será el pueblo ucraniano el que decida su futuro».

En Moscú, el Kremlin llamaba a los rusos a unirse en torno a Putin a la vez que endurece represión de las voces disidentes frente al conflicto. A las detenciones y cierres de medios las autoridades rusas añadieron ayer una ley que prevé penas de hasta quince años de prisión para cualquiera que publique «información falsa» que tenga «graves consecuencias» para las Fuerzas Armadas.

También se agravan los efectos humanos del conflicto. Más de 1,2 millones de refugiados ya han huido de Ucrania, según el último recuento de la ONU, aunque la cifra aumenta cada hora.

Golpes a la economía y riesgo alimentario

La presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, afirmó ayer que la guerra en Ucrania está «lejos de terminar» y advirtió de que la UE, junto a EEUU, adoptarán más sanciones contra Rusia. Von der Leyen elogió la coordinación con Washington para desarrollar en un tiempo récord unas medidas que han impedido que el Banco Central ruso «pueda utilizar una parte importante de sus reservas para defender el rublo, ahora en caída libre», y «haya tenido que subir los tipos de interés al 20%, avivando la inflación», además de la limitación para financiar la economía al aislar a los bancos comerciales de los mercados mundiales y del sistema Swift.

Además, añadió, «una tras otra, las empresas occidentales anuncian sus propias medidas, deteniendo la producción, la inversión y las ventas» en Rusia. Decenas de marcas internacionales de electrónica, ropa, muebles o servicios han ido anunciando en cascada el cierre de tiendas y operaciones en Rusia. Ayer se sumó el gigante tecnológico Microsoft, que suspendió cualquier nueva venta de sus productos y servicios, siguendo los pasos de Apple, Ikea, H&M, Mango, Adidas, Nike, Lego, Volkswagen, Mercedes-Benz, Volvo, Ford, Airbnb, Boeing, Airbus, Visa y Mastercard o la naviera Maersk.

Si Rusia está sufriendo el castigo económico, también Europa acusa las consecuencias de sus propias medidas. Con todas las bolsas desplomándose, el euro cayó debajo del umbral simbólico de 1,10 dólares y el gas natural europeo supera ya los 200 euros el megavatio hora (récord de 213,89). El petróleo Brent también se disparó a los 113,89 dólares por barril. Pero las consecuencias de la guerra llegan más lejos y aún con mayor gravedad. Un conflicto prolongado puede limitar el abastecimiento mundial de cultivos básicos como el trigo, el maíz y el aceite de girasol, lo que provocaría un drástico aumento del precio de los alimentos y pondría en riesgo la seguridad alimentaria mundial, agravando a su vez las tensiones geopolíticas. De la zona del mar Negro provienen al menos el 12% de las calorías alimentarias que se negocian en el mundo, según el Fondo de Desarrollo Agrícola. Un 40% de las exportaciones de trigo y maíz procedentes de Ucrania van a Oriente Medio y África, que ya enfrentan problemas debido al hambre. El Programa Mundial de Alimentos (PMA) alertó de que las balas y las bombas en el este de Europa podrían acarrear una crisis alimentaria a nivel mundial más allá de lo visto hasta ahora.GARA