GARA Euskal Herriko egunkaria
EDITORIALA

El permanente y complejo debate de la izquierda


La invasión de Ucrania ha disparado las contradicciones en todo el mundo y la izquierda es particularmente sensible a estos contrastes entre ideales y realidad. A pesar de que supone una dificultad política añadida, esta vivencia trágica de las contradicciones también puede ser considerada una virtud. La derecha, los conservadores, los reaccionarios y muchos liberales no sufren por ello porque la hipocresía es su hábitat ético natural.

Por ejemplo, hay que ser cínico para organizar una performance institucional en defensa de las personas refugiadas en el puente Santiago, frontera que se ha convertido en un check-point para detener sobre todo a migrantes subsaharianos. El control para atrapar a migrantes que «huyen de la guerra, la pobreza y la violencia buscando una vida mejor» se pausó para que los lehendakaris Iñigo Urkullu y Jean-Rene Etchegaray diesen sus discursos humanistas, para que lanzasen teatralmente sus flores al Bidasoa, y se reinstaló después. La izquierda no se puede permitir estos paréntesis morales, ser tan solemnemente hipócritas. Y gracias.

Pedagogía de la complejidad

Eso no quiere decir, ni mucho menos, que la izquierda lo tenga fácil, que le baste con aplicar unos principios éticos a cada situación política, y ya está. La entrevista que hoy publica GARA con el presidente del Partido de la Izquierda Europea, Heinz Bierbaum, muestra que la postura de las fuerzas de izquierda respecto a la invasión de Ucrania depende de muchos factores, tanto materiales como simbólicos. No es lo mismo tener frontera con Rusia que no tenerla; ser partido de gobierno que no serlo; ser una fuerza estatal o de una nación sin estado; pertenecer a un país pequeño o a uno grande; a uno rico o a uno pobre; tener o no minorías, ser o no ser miembro de la OTAN; ser un país neutral; y depende de las tradiciones políticas que reune cada coalición, de su peso, del factor generacional. Esas combinaciones establecen visiones divergentes con las que la izquierda tiene que tomar una posición común que no es sencilla.

Bierbaum llama a «abrazar la complejidad», y esa es una de las tareas más complicadas que tienen hoy en día las fuerzas progresistas. Porque en este mundo la complejidad no compite bien, no es seductora, no vende. Pero es necesaria para entender, y entender es necesario para transformar. La agenda tradicional tiene un reverso que la izquierda debe atender. El antimilitarismo se debe acompañar de un debate serio sobre la seguridad, lo mismo que el ecologismo y la cuestión energética están conectadas. Y en todos esos temas volverán a aparecer visiones e intereses distintos, que deben conciliarse a través del debate honesto y de la cooperación.

Un buen juicio también tiene que ver con escuchar, y en este momento hay que oír lo que dicen los y las activistas de Ucrania. Esta semana la revista “Commons” recogía una entrevista a dos miembros de su consejo editorial, Denys Gorbach y Denis Pilash. Recomendaban «rechazar el sesgo geopolítico en el análisis de los acontecimientos que se desarrollan fuera» del país de cada uno, porque a menudo, «en el análisis de la izquierda, solo se otorga agencia a la OTAN o a Putin», pero se les niega esa agencia a los millones de ucranianos y ucranianas que sufren la guerra. «Necesitamos tener solidaridad a nivel de las personas, no solo una falsa solidaridad gubernamental», resumían. “Commons” defiende un punto de vista igualitarista y anticapitalista.

Elegir bien los adjetivos de las alamedas

Al otro lado del mundo, en Chile, el Gobierno de Gabriel Boric tomaba el viernes el mando del país prometiendo convertir en hechos el mandato popular que han recibido. En su discurso, cómo no, Boric recordaba a Salvador Allende; y también a Vicente Huidobro, del que recogía el verso que dice «el adjetivo, cuando no da vida, mata». A la poesía y a la política el adjetivo inútil las machaca, mientras que el oportuno las alza.

Porque desde las palabras hasta las acciones, desde las agendas a las emociones, la izquierda debe ser ecologista, feminista, anticapitalista, antiimperialista y pluralista. Debe ser, no solo decir. Debe aspirar a ser, más que juzgar si el resto es. Y debe llamar a la invasión invasión, al imperialismo imperialismo, a la contradicción contradicción y a la nostalgia nostalgia. Porque solo desde el entender, debatir, compartir, cooperar y respetar se puede construir la lucha emancipadora que cambiará la vida de las personas, los pueblos y la humanidad.