Imanol INTZIARTE
Periodista
TORNEO SEIS NACIONES DE RUGBY

Un Grand Slam que consolida el camino elegido por Francia

Terminó el Seis Naciones 2022, el de la vuelta a las calles repletas, los cánticos en las gradas y las pintas en los bares. Pasados unos días, toca hacer balance de cinco jornadas en las que, hay coincidencia, el nivel de juego ha dejado bastante que desear. Ganó Francia, con justicia, sumando su décimo Grand Slam.

Terminó el Seis Naciones 2022, un torneo que no es solo el más reconocible del panorama rugbístico mundial, sino uno de los eventos deportivos del año, al menos en lo que respecta a la vieja Europa. Hasta quien jamás ha visto un partido de este deporte de brutos jugado por caballeros (y también por damas) conoce al menos de oídas de qué va esta fiesta.

Sucede que el Seis Naciones coincide con el arranque del Super Rugby, allá por nuestras antípodas, y si bien las comparaciones son siempre odiosas, entre ver jugar a Gales o Irlanda, o ver jugar a Hurricanes (Wellington) o Reds (Brisbane), por citar cuatro nombres, no hay color.

A día de hoy la propuesta general en el Seis Naciones es la de un rugby industrial, árido, práctico y sin concesiones para la galería, mientras que la filosofía oceánica es una apuesta por la velocidad, la técnica de manos, la continuidad, buscar otro ensayo en vez de los palos aunque puede que eso cueste la derrota… Si hablamos de ‘jogo bonito’, de diversión con lo que ocurre estrictamente sobre el verde, no hay debate, aunque luego estén los gustos.

Ocurre que el deporte –este o cualquier otro– no es una materia aséptica que podamos aislar y analizar, es una actividad humana que cuenta con un ingrediente sin el cual pierde buena parte de su razón de ser: la pasión. Esa por la cual hay personas que se dejan cientos de euros para viajar hasta Dublín un fin de semana a beberse unas Guinnes y ¡vivir! un partido, mientras que las gradas de Auckland –la capital del único país del mundo en el que el rugby es dueño y señor– o Sidney permanecen casi vacías en los partidos de Blues o Waratahs.

Cuando un equipo, un evento, un deporte, consigue generar esos nervios, ese hormigueo, esa bola en el estómago, tiene el cielo abierto ante sí. Otra cosa es para el espectador neutral, aquel que no siente identificación emocional. Pero eso sucede poco en este torneo, por estos lares todo aficionado al rugby tiene su selección favorita, se organizan meriendas entre compañeros de club para ver los partidos, se cruzan pullas, apuestas…

Reparto equitativo de títulos entre cuatro aspirantes. Hay analistas que definen al Seis Naciones como un muerto que todavía no se ha enterado de su situación, pero aparentemente las gradas y las audiencias no opinan lo mismo. Otro punto a su favor es que la pelea no se reduce a un par de contendientes. De las veinte últimas ediciones, Gales ha ganado 6, Inglaterra y Francia 5 e Irlanda 4. Pero como tenemos muy pocas certezas sobre el presente y ninguna sobre el futuro, habrá que dejar el veredicto en manos de ese juez implacable llamado tiempo.

Disquisiciones al margen, este Seis Naciones nos deja como titular principal el inapelable triunfo de Francia, que ha traído bajo el brazo el décimo Grand Slam de los del Gallo. Fabien Galthié tiene ya su columna vertebral de cara al Mundial del año que viene, en el que ejercerán de anfitriones. Un grupo bajo el indiscutido liderazgo del medio de melé Antoine Dupont y que cuenta en sus diferentes líneas con nombres como Baille, Marchand Woki, Alldritt, Ntamack, Fickou o Penaud.

Un XV fiable, sólido, competitivo y que los aficionados comienzan a recitar de carrerilla, salvando los retoques puntuales aquí y allá. El único vasco con minutos ha sido el medio de melé Maxime Lucu, suplente de Dupont, natural de Donibane Lohizune y jugador de Bordeaux-Bègles. Restan todavía 18 meses para el Mundial, un mundo. Que se lo digan a los irlandeses, para los que todo eran flores con el Grand Slam de 2018, y año y medio después en Japón volvieron a quedarse fuera en los cuartos de final, su techo maldito.

Precisamente los de verde han sido los segundos en discordia, quedándose con la miel en los labios por culpa de su derrota en París (30-24). Satisfacción entre los del Trébol, que han anunciado la renovación del eterno Jonny Sexton hasta que termine el próximo Mundial. Dice que luego se retira, tendrá entonces 38 años.

Más y menos puntos, más y menos ensayos. Como nombre propio más destacado hay bastante coincidencia en el del flanker Josh van der Flier, de ascendencia holandesa por parte de su abuelo paterno, aunque también aparece en muchos quinces ideales el zaguero Hugo Keenan. Irlanda mantiene su apuesta por el sometimiento físico, desgastando a los rivales hasta que estos ceden. Con ese plan han sido el equipo que más puntos y ensayos ha marcado, y el que menos puntos y ensayos ha encajado.

Si tenemos que nombrar a un tercer equipo que finaliza con una sonrisa, ese es Italia, el colista. Y es que cuando llevas 7 años y casi 40 partidos seguidos sin ganar, el resultado lo es todo. La cenicienta del torneo llegaba con nuevo técnico, el neozelandés Kieran Crowley, y las expectativas de siempre. Y parecía que se iban a cumplir, pero en la última jugada del último partido se acabó la racha. El éxtasis del apertura Garbisi tras anotar la transformación que ponía el 21-22 en el marcador era elocuente. Victoria. Lejos de casa. En Cardiff. Ante Gales.

El nuevo héroe azzurri es un escuchimizado mozalbete de 22 años y solo 71 kilos de peso, que había debutado una semana antes saliendo desde el banquillo ante Escocia y anotando dos ensayos en 35 minutos. Ange Capuozzo, que así se llama, nació cerca de Grenoble (Estado francés) pero su apellido le delata, sus padres son italianos. En su primer choque como titular, jugando como zaguero y cuando el reloj agonizaba, recibió en su campo una patada galesa y fue esquivando dragones hasta servir en bandeja de plata el ensayo decisivo a su compañero Padovani.

En un vídeo que ha llegado a ser viral se aprecia cómo el galés Josh Adams, que había sido elegido Man of The Match –la decisión se cierra antes del pitido final– ofrece su premio a Capuozzo, al entender que era quien realmente lo merecía. A estos brotes verdes cabe sumar, con vistas al futuro, que la selección italiana sub 20 ha ganado tres de sus cinco partidos en el torneo de esa categoría. Pero no sería la primera vez que todo queda en un espejismo.

Vamos con la otra cara de la moneda. Inglaterra vuelve a quedarse con tan solo dos victorias (Gales e Italia) y tres derrotas. Y un mar de dudas. Tampoco tuvieron fortuna contra Irlanda, ya que se quedaron en inferioridad numérica nada más empezar. La principal atracción de los de la Rosa era su nuevo apertura, Marcus Smith, pero este no ha conseguido elevar el nivel. Inglaterra tiene una liga potente y jugadores suficientes en calidad y cantidad, pero por ahora da pocas señales de vida.

El cardo y los dragones. Qué decir de Escocia y Gales. De los primeros se decía que tenían el plantel más equilibrado de los últimos años, pero tras ganar la Calcuta Cup a sus vecinos del sur en la jornada inicial el resto fue una cuesta abajo, besando la lona frente a Gales, Francia e Irlanda. El apertura Finn Russell es una moneda al aire y ha salido cruz, errático y tomando malas decisiones.

Gales llegaba con muchísimas bajas en un plantel con una media de edad alta. La derrota en casa contra Italia es de las que escuecen, en el partido número 150 de Alun Wyn Jones con la zamarra roja. Para empeorar el panorama, Gales y Escocia han ocupado las dos últimas plazas en el Seis Naciones sub 20. Viene tormenta.