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AZKEN PUNTUA

Blanco


El mundo lo es. Quizá no por mucho más tiempo, pero ahora lo es. Blanco. Y occidental, masculino y pudiente también, pero eminentemente blanco. Del color del cheque que recibió hace cinco años Emmanuel Macron, cuando lo que estaba en juego, frente al riesgo de la extrema derecha, era la democracia y la libertad. En fin. Ahora el riesgo no parece tal. Los votantes han sufrido cinco años de gobierno neoliberal, blanco, occidental, masculino y pudiente. Por lo que pareciera que la extrema derecha amenazante no fuera mucha mayor amenaza. Si gana Le Pen, por lo menos, reflexionan algunos, quedará bien claro quién gobierna. Porque en este último lustro, muchos, pobres ingenuos, quisieron ver un socialdemócrata en el Elíseo. Macron y su política bancaria les han sacado de su error y muchos ya no volverán a confiar. Solo que enfrente hay, además, racismo, xenofobia y una violencia que por el momento sólo se huele. O sea que está la cosa bastante jodida. La elección no es fácil. O se vuelve a dar otro cheque en blanco al representante de la banca o se cierran los ojos y se arma uno para afrontar cinco años de gobierno de extrema derecha. Recuerdo un profesor de historia, un tipo que por algo era catedrático, que nos explicó en cierta ocasión que un voto en blanco era un cheque al portador. Hoy, se ha vuelto en un cheque al depredador. Que también, por su puesto, es blanco.