Hoy se cumple el 85 aniversario del bombardeo que destruyó la villa de Gernika. Perpetrado por la Legión Cóndor y luego ocultado por la propaganda, aquella destrucción planificada de una ciudad de gran simbolismo y escasa importancia militar inauguró una de las tácticas más escalofriantes de la guerra moderna: los ataques indiscriminados a los núcleos urbanos para atemorizar a la población civil. La villa vasca se convirtió de ese modo en símbolo de las atrocidades de la guerra, especialmente después de que Pablo Picasso plasmara el horror del bombardeo en el famoso lienzo titulado “Guernica”.

Los supervivientes han recordado estos días el miedo que sintieron entonces y la tristeza que les produce todo lo que está ocurriendo ahora en Ucrania pero, por encima de todo, han querido dar un mensaje de esperanza a todas las personas que buscan refugio y a todas las que padecen la guerra. Han subrayado que, a pesar de las calamidades, saldrán adelante, como antes salieron ellos. Esta búsqueda de testimonios de supervivientes y la relevancia que se les da indican que algo está cambiando en relación con la memoria de las víctimas, especialmente de las que han quedado al margen de las historia oficial. Se está forjando una creciente conciencia social que considera que mantener esa memoria es fundamental para avanzar hacia la verdad, la justicia, la reparación y la no repetición. En este sentido se están multiplicando las iniciativas para garantizar la transmisión a las generaciones más jóvenes, no solo en el ámbito de la educación, sino también recuperando lugares que sirvan para ir dando forma a un memoria que por fuerza ha de ser colectiva.

A pesar de esta creciente conciencia, las guerras continúan marcando el paso en el mundo. Y la carrera armamentística está tomando un nuevo impulso que no augura nada bueno. Frente a ello, alcanzar la paz exige preparar la paz. Este aniversario de Gernika es un buen momento para apostar por la desescalada y la negociación.