Josu IRAETA
Escritor
GAURKOA

Su «relato», su supervivencia

El que un fino estilista de la democracia española, amante del diálogo y promotor de pactos como José María Aznar López «suba» a territorio euskaldun (Ermua) es siempre motivo de atención por parte de los medios de difusión, máxime si con su presencia el PP pretende, además de llamar a la razón a sus compañeros, tratar de unificar criterios. También viene a recordar y marcar los límites de las reglas de juego democrático.

El PP sabe que puede confiar en él, su predicamento y solidez democrática están basadas en una larga trayectoria con responsabilidades varias. Es un político experimentado que ha demostrado saber gestionar situaciones complicadas.

Quizá cuando demostró mayor habilidad fue con su participación en el famoso «Trío de las Azores». Mintieron ante todo el mundo, afirmando la existencia de las supuestas armas de destrucción masiva en Irak. Las consecuencias posteriores fueron funestas.

Lo cierto es que, pasados los años, José María Aznar López, como un sinfín de sus compañeros del PP, «afortunadamente» mantienen su figura política con dignidad y hoy son un ejemplo que con razón exhiben orgullosos.

En mi opinión, no es necesaria la experiencia en el hacer político, creo que basta con ser medianamente observador, para tener la evidencia de que todos los gobiernos de la democracia española -incluido el actual- mandan más que gobiernan y las razones que le facultan para ello hay que buscarlas en que han tenido y tienen el derecho a su disposición y, por el contrario, nunca están a disposición del derecho.

Puede afirmarse que ninguno de los gobiernos habidos desde la muerte de Franco ha superado esa españolísima enfermedad política, consistente en que «no hay derecho válido, donde no se haga valer la fuerza». Es decir, utilizan el derecho como capital simbólico del poder.

Así es como basándose en estos principios democráticos, tan elementales como sólidos, hay quienes pretenden que los españoles de las nuevas generaciones encuentren su acta fundacional en 1976, a la vez que su maravillosa, ejemplar e «incruenta transición». Y eso, además de falso, es perverso, porque la historia de España no empieza con la muerte de Franco, a quien, con la más absoluta falta de vergüenza, pretenden se recuerde como el “jefe de Estado” del régimen anterior.

Y es que la inmensa carga amnésica de la Constitución española no ha conseguido borrar ni la historia ni el pensamiento de las personas. Quienes son responsables de disparar con gases a personas para expulsarlas del interior de una iglesia, para una vez fuera matarlos a balazos, obedeciendo órdenes expresas y precisas, no pueden ser aceptadas en ningún sistema democrático.

Es la amnésica Constitución española, la que permitió a muchos personajes de tan negro pasado como el de Manuel Fraga Iribarne, la conversión a los principios y valores de la «nueva» España.

¿En qué se diferencian sustancialmente los objetivos políticos que durante cuarenta años impuso el golpista Franco, de los que han venido defendiendo los sucesivos gobiernos, incluido el de Pedro Sánchez? Es una innegable reproducción de actitudes y objetivos.

A lo largo del contenido de estos párrafos, pretendo demostrar que, en la flaca democracia española, el nacionalismo español actual puede coincidir y defender los objetivos políticos que impuso el franquismo, y eso los galvaniza como demócratas. Sin embargo, el nacionalismo vasco que coincide y defiende el mismo objetivo político que defendió ETA, es demonizado como terrorista, intentando eliminarlo de la escena política.

Aun siendo evidente que la coincidencia en los objetivos no implica compartir los métodos, conviene ser objetivos y reconocer que el nacionalismo español, a través de sus sucesivos gobiernos, ha venido «adecuando» los métodos con el transcurso del tiempo, ya que defienden que la eficacia debe anteponerse al derecho y la seguridad a la justicia.

Es por eso que, si las leyes vigentes no satisfacen, las reforman o sustituyen. Si la interpretación del texto legal no permite llagar donde pretenden, modifican su interpretación. Si hay jueces a los que su dignidad no les permite adecuarse a las exigencias del poder ejecutivo, se nombran otros en su lugar.

Ocurre lo mismo cuando el cumplimiento de penas establecido no satisface a los halcones del gobierno, el titular de Interior está para ajustar más y mejores medidas represivas. ¿Díganme, dónde está la diferencia sustancial con el franquismo?

Vamos caminando sobre la tercera década del siglo XXI y debemos ser conscientes de que nuestra sociedad está «saturada» y no solo de campañas electorales, de lucha y sacrificio. También de cómo se ignora -cuando no se aplaude- a quienes contaminan y corrompen el ejercicio de la política.

De todas formas, no todo es triste y penoso, consuela y anima la presencia cercana de «hombres de Estado» como el Sr. Aznar López. Son personajes que con su sola presencia dignifican la política. Su visita a Ermua al frente del «frente», reverdeciendo viejas batallas de unos y otros, es verdaderamente gratificante.

Nunca olvidaré su magnífica aportación para resolver la autoría de la masacre del 11/3/2004 en tres estaciones ferroviarias de Madrid, tratando de endosar a ETA la autoría de los 190 muertos y 1.490 heridos. Una aportación político-policial absolutamente brillante.

Cuánto sentimiento, cuánto dolor se concentró en Ermua en presencia del Sr. José María Aznar López. Sentimiento legítimo y doloroso, sin duda, pero que no debiera ocultar cómo y a cuánto cotiza el dolor en algunos lares.

Desde hace un cuarto de siglo, es el «banderín de enganche», el oxígeno político-económico. De no ser así, equivaldría a la progresiva e inevitable irrelevancia de FAES.

Porque nadie puede quedar al margen, todos debemos contribuir. Ya que la verdad, «la verdad de la verdad», no es patrimonio de unos u otros, la verdad hay que buscarla