EDITORIALA

Sanidad a dos velocidades, un país más empobrecido

Según información remitida al Parlamento de Gasteiz, durante este verano en la CAV habrá al menos 65 centros de salud cerrados totalmente, o por semanas, o que serán solo atendidos por personal de Enfermería. La noticia no sorprende. Estábamos avisados, invitados al menú de la precarización de Osakidetza, con barra libre a la refundación de un sistema donde lo privado tiene cada día más espacio y dinero, y encima dicen que es por el bien público, para mejorar la accesibilidad al cuidado. La consejera de Salud, Gotzone Sagardui, no cometió ningún desliz freudiano cuando habló de «cambio cultural de usos y costumbres» en la relación con Osakidetza. Cuando avanzó que se tendría que ir más lejos para ser atendido por un médico o médica, que cerrarían ambulatorios en vacaciones o que la atención sería exclusivamente por enfermeros y enfermeras dijo algo que exactamente quería decir, ni más ni menos.

La privatización de Osakidetza y de su financiación se ha acelerado durante los últimos tiempos, es un hecho. Como también que el principio de un modelo universal de salud ha sido puesto en duda y es abiertamente desafiado. Para los gobernantes en este país hay negocio en el sector de la salud. La fórmula es sencilla: abrir centros privados, reservados para un público bien particular, pacientes que han suscrito un seguro de salud privado, que pueden pagarse sus cuidados y que, en caso de tener algún problema, acceden rápidamente a una consulta, sin tener que hacer cola o desesperarse en engorrosos procesos telemáticos. Y siempre con cita prioritaria.

Es la pescadilla que se muerde la cola. Cuanto más se privatiza Osakidetza, más crece el mercado y más pide el negocio, más clínicas y consultas privadas, más seguros y más dinero público. Hasta aquí, nada excepcional. Pero lo trágico en este país es que la sanidad privada está financiada por el dinero de todos y todas, el de quienes pueden pagarse una atención rápida o tienen a alguien que pague por ellos, y el de quienes no pueden. Quieren una sanidad vasca a dos velocidades, con un sistema público en penuria y sin estrategia, y otro paralelo para los que pueden pagar. Un país más empobrecido.