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EDITORIALA

Polonia, ejemplo de conculcación de derechos


El presidente de Polonia, Andrezj Duda, dio ayer por rotos los acuerdos de su país con la Comisión Europea sobre la reforma de su sistema judicial. Presentó la decisión como respuesta a la iniciativa de cuatro asociaciones europeas de jueces que han reclamado al Ejecutivo comunitario que paralice la entrega a Polonia de las ayudas europeas a la recuperación mientras ese país no garantice la independencia judicial. También ayer, el primer ministro polaco, Mateusz Morawiecki, de visita oficial en París, aprovechó el encuentro con Emmanuel Macron para cargar contra las sanciones europeas por la falta de independencia de los jueces, que calificó de «más dolorosas que las aplicadas a Rusia».

El control sobre el sistema judicial se convirtió en uno de los objetivos del gobernante y ultraconservador partido Ley y Justicia (PiS por sus siglas en polaco). Todas las reformas que ha impulsado han ido dirigidas a afianzar su poder frente a la judicatura, lo que provocó las críticas de la Unión Europea, que finalmente puso en marcha un procedimiento sancionador. Sin embargo, el papel desempeñado por Polonia en la guerra de Ucrania diluyó los «altos principios» que inspiraban la actuación de Bruselas y la controversia finalmente se saldó con una reforma cosmética que permitió el desbloqueo de los fondos europeos a principios de junio. Una vez logrados los recursos, el interés del Ejecutivo polaco por perfeccionar el Estado de Derecho y garantizar la independencia judicial ha decaído hasta la ruptura anunciada ayer.

Buena muestra de la ausencia de garantías y de la falta de respeto de los más elementales derechos es la situación del periodista vasco Pablo González. Detenido hace ya medio año mientras trabajaba cerca de la frontera polaca con Ucrania, continúa encarcelado en un régimen prácticamente de aislamiento y sin que conozca los cargos de los que se le acusa. A pesar del abuso y la arbitrariedad de la judicatura polaca, ni el Gobierno español ni la Comisión Europea han levantado la voz. En este contexto, la exigencia de libertad de Pablo González es más apremiante que nunca, por justicia, pero también para frenar la deriva autoritaria europea.