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Los 70 y el sexo


Era a principios de los 70. Un día apareció en el aula (mujeres 15-17 años) un libro misterioso que había que leer, así lo exigía el momento que nos tocaba vivir, era la revolución sexual. Algunas lo leímos, en secreto, de noche bajo las mantas, era “Técnicas sexuales modernas”. Contaba lo que ya empezábamos a oír que existía: orgasmo, multiorgasmo, etc. Nos enseñaba qué y cómo había que hacer para sentir ese placer indescriptible. Estos días lo he vuelto a leer y he pensado que aquella primera vez que lo leímos hace más de cincuenta años, nos fascinó, el corazón se nos desbocó, y sentimos vértigo al comprobar que las mujeres podíamos relacionarnos sexualmente con los hombres de manera diferente a la que habíamos oído (poco) que se hacía, y que ese conocimiento nos obligaba a tener que decidir si repetir lo que hacían nuestras madres o ir hacia adelante.

La revolución sexual significaba no repetir los modelos antiguos. Empezamos por hacernos preguntas y sin encontrar muchas respuestas decidimos que para participar en una revolución sexual había que vivir el sexo de una manera más libre y espontánea, sin compromisos, nada de príncipe azul, novia o novio no, y sí compañera o compañero, el amor romántico fuera.

Para nosotras hacer ese cambio significaba aventurarse, explorar, abrirse al otro, pero en su justa medida, poco no porque significaba no ser moderna, una frígida, mucho tampoco porque se era una chica fácil, caliente... dedicamos mucho tiempo y energía y lo hicimos. Sí ocurrieron cosas, pero, ¿fue como lo habíamos imaginado? ¿Nos liberamos mujeres y hombres por igual? ¿Se dio la reciprocidad que esperábamos? Alguien considera que aquella revolución fue un fraude, una trampa para muchas mujeres. Sí se puede afirmar que supuso un gran esfuerzo que algunos frutos ha dado.

Hace unos días han realizado una encuesta en Gran Bretaña para valorar el conocimiento que tienen mujeres y hombres de las estructuras genitales femeninas y el resultado muestra que existe un desconocimiento considerable entre las personas encuestadas (no especifica la edad). Hay quien opina que el desconocimiento de la ciencia de que existía el clítoris y lo que nos han contado sobre la sexualidad femenina el patriarcado, y sobre todo Freud con sus ensayos sobre la teoría de la sexualidad, son las causas de que muchas mujeres del siglo pasado y de este sigan sin saber lo que es un orgasmo.

Nosotras ya en 1970 supimos entre otras cosas que teníamos clítoris, vagina..., que había zonas erógenas y que una mujer podía tener no un orgasmo sino varios, así que la ciencia mucha culpa no parece que tuvo. Concluir que el coitocentrismo que hoy se da en las relaciones sexuales es responsabilidad casi única de Freud es resumir mucho todo lo que dijo de la sexualidad femenina hace más de cien años, es obviar que ya en el siglo XIX algunos hombres estaban preocupados con el clítoris y las consecuencias que su estimulación pudiera tener en el deseo femenino y las relaciones sexuales. Por nombrar a alguien, Lacan también opinó, Klein y Doltó hablaron de la frigidez femenina abarcando el inconsciente de la mujer. En fin, no todo lo que se dijo tenía el mismo cariz. Y el debate sobre la sexualidad ha seguido, se ha repensado, se han reinterpretado antiguos pensamientos, han surgido unos nuevos y se han borrado otros.

Entonces, a pesar del trabajo realizado, ¿qué ha pasado en estos 50 años para que hoy se hable de la brecha orgásmica, de la frigidez femenina, la desigualdad de género en el disfrute de la relación sexual imaginada, fantaseada, deseada?

Hoy el sexo y la sexualidad están muy presentes en la sociedad, se aborda el tema de muchas maneras, y parece que ya se ha dado la total liberación, pero se puede observar que en algunos aspectos ha habido poco cambio desde el inicio de aquella revolución. Tamara Tenenbaum en su libro “El fin del amor” cuenta que muchas chicas jóvenes hoy siguen hablando de chicos y de novios igual que lo hacía ella a su misma edad, igual que hace veinte años, igual que hace cincuenta, que siguen siendo ellas las que esperan ansiosas la llamada o el mensaje del chico, las que se preguntan «qué me quiso decir», que se angustian y se preguntan «qué habré hecho mal para que no me llame».

Así que visto lo ocurrido habría que hablar de orgasmo, Satisfyer, de heteronormatividad, sí, y también habría que hablar acaso de la perdida de aquellos rituales amorosos que conocieron nuestras abuelas y madres y que han persistido hasta hace muy poco, rituales que servían para que las mujeres se sintieran protegidas, del riesgo que conlleva la libertad, de cómo protegerse del desamor, del rechazo, de las relaciones sexoafectivas. Hay que hablar de la complejidad de la sexualidad, del amor, del vínculo, de cómo todo eso es moldeado por la cultura, por el momento histórico que toca vivir, por cómo nos han mirado, hablado, acariciado las personas que nos han cuidado en los primeros años de la vida y de cómo ha sido internalizado todo ello. Hay que hablar de lo diferente que es una relación de otra y que lo que valió para una no valdrá para la siguiente.

Si en los 70 las mujeres no hubiéramos guardado en secreto lo aprendido y hubiéramos creado espacios donde poder pensar, y encontrar respuesta a las preguntas que surgieron, si nos hubiéramos agrupado y acompañado en la aventura, habríamos sabido que la manera de sentir y vivir nuestro deseo, nuestra sexualidad, tenía qué ver con nuestra emancipación. A lo mejor algunas se habrían percatado de que no iba a ser fácil hacer frente a la transición en la que estábamos inmersas y habrían sospechado que siempre existirían fuerzas poderosas que entorpecerían satisfacer nuestros deseos.

Ha sido una sorpresa encontrar el libro en mi biblioteca después de cincuenta años, no sé si lo compré o me apodere de él. En cualquier caso parece que estaba ahí esperando a este momento para ser releído.