Había una vez un castillo, un bosque y unos ogros

Cineasta de origen marroquí Mona Achache ya trató el tema de la infancia en su ópera prima “El erizo” (2009), basada en la novela de Muriel Barbery “La elegancia del erizo” (2006). En este su tercer largometraje de ficción, “Corazones valientes” (2021), realizado tras su película sobre treintañeras “Las gacelas” (2014), lo aborda mucho más de lleno, ya que todo el peso dramático recae sobre un grupo de menores, compuesto por tres chicos y tres chicas a caballo entre la niñez y la adolescencia.

Y al formar parte de un contexto bélico, se aborda la aceleración del crecimiento que obliga a dejar la inocencia infantil atrás de golpe, y que la autora conecta en lo personal con el pasado de su abuela, una niña escondida durante la invasión alemana. El espíritu familiar se traslada también a la propia producción, ya que el coguionista y productor es Jean Cottin, primo de la actriz principal del reparto adulto Camille Cottin. Aparece bastante caracterizada, como una conservadora de obras de arte que fuma mucho y se muestra seria tras unas gafas. Pero de preocuparse por los cuadros del Louvre en su traslado al castillo de Chambord, en el Loira, para salvarlos del expolio nazi, pasa a ser la protectora del sexteto de niños y niñas que huyen de la guerra. Una prole que juega en el bosque cercano como si estuvieran de campamento de verano, hasta que la aventura de la huida se vuelve más amenazante. Un enfoque del juego infantil roto por la contienda que recuerda al dado por Christian Duguay a “Una bolsa de canicas” (2017) en su adaptación de la novela homónima de Joseph Joffo.

Hay un momento incluso que parece que va a plantearse una posible autonomía propia al margen de los mayores, al estilo de la novela de William Golding “El señor de las moscas”, pero el hallazgo de la colección de revistas ilustradas juveniles del título original, con Tintín como máximo referente, impone un tono más fabulador, casi de cuento.