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«La lucha continúa hasta la victoria final»


El ambiente en Brasil es de tensión, de un país dividido y, en general, frustrado e indignado por los dos lados, aunque el bolsonarismo lo demuestra con violencia y se han dado casos de asesinatos por parte de seguidores del actual presidente.

El conservadurismo nunca antes había aparecido de manera tan explícita en un proceso democrático desde la vuelta de la democracia a Brasil a finales de los años 80. Es importante destacar que este conservadurismo siempre ha existido en el país, pero este ha crecido y se ha diseminado a través de las iglesias evangélicas y el fundamentalismo religioso que predican y entre una clase media golpeada por las crisis económicas y con un miedo irracional a la izquierda de Lula, así como ocurrió en los procesos de ascenso del fascismo en Italia y Alemania.

Los resultados del 2 de octubre de 2022 son decepcionantes en todos los sentidos. Dejan un Senado mayoritariamente de derechas y de extrema derecha con figuras como Damares, exministra del ministerio de la Mujer, Familia y Derechos Humanos durante el Gobierno de Bolsonaro y defensora del esencialismo de género y de ideas retrógradas en el campo de las luchas identitarias. También resurge Sergio Moro, juez responsable de la prisión parcial de Lula en 2018 y exministro de Justicia de Bolsonaro. Los resultados entre los jefes del ejecutivo de los Estados tampoco son favorables con una aplastante mayoría conservadora, como en el caso de Río de Janeiro donde Claudio Castro, candidato bolsonarista y protagonista de innumerables escándalos de corrupción, ha sido reelegido con el 58,61% de los votos sumándose a la «maldición» del Estado de Río y siendo posiblemente el sexto gobernador en ir a la cárcel por corrupción.

En lo que concierne a la presidencia del país, Lula, que esperaba ganar en el primer turno, acaba con el 48,4%, adelanta a Bolsonaro y depende del apoyo de Simone Tebet, tercera colocada, y Ciro Gomes, cuarto colocado de centro-izquierda y polémico a lo largo de estas elecciones al no reconocer la necesidad de apoyar a Lula en un momento de extrema urgencia social y política. A pesar de Lula haber ganado en número de votos, Bolsonaro obtiene resultados mucho mejores de lo que las encuestas pronosticaban. Acaba con el 43,2%, un 6,2% más de lo esperado, atrayendo para sí a una masa considerable de brasileños dividida entre «antipetistas», que le apoyan a pesar del gobierno catastrófico de estos últimos años, y a bolsonaristas fanáticos, que preocupan por la violencia que ejercen y las ideas antidemocráticas que defienden.

Un Lula optimista declaró durante su discurso al final del recuento de votos que «la lucha continúa hasta la victoria final» y así lo demostrará hasta el 30 de octubre con una incansable campaña electoral que promoverá el argumento del «voto útil» y debe de ser capaz de convencer a una parcela de la población brasileña que sigue dudando de sus promesas y sobre todo de su pasado.

La victoria de Lula representaría en América Latina una continuación de esta nueva «ola rosa» junto a Boric, Petro, Xiomara Castro, entre otros. El gran reto del siderúrgico será recuperar un Brasil que ha tenido abandonado durante 4 años a sus trabajadores, a los negros, a las mujeres, a la comunidad LGBTQIA+, a sus pueblos originarios, a su fauna y flora, a la cultura y a la ciencia..