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CRÍTICA «CERDITA»

Del «redneck» de Texas al paleto extremeño


El refrán popular dice que algo tendrá el agua cuando la bendicen, y los premios internacionales y locales que va acumulando la debutante Carlota Pereda no son ninguna casualidad. El largo rosario de éxitos comenzó con su corto “Cerdita” (2018), ganador del Goya y del Forqué en su categoría. Pero lo mejor estaba por llegar, ya que el largometraje homónimo recién estrenado conquistó a la crítica en de Sundance, venció en Austin (Texas), acaba de ganar el Meliès de Oro en Sitges, y en el BAFICI Laura Galán fue reconocida con el premio a la Mejor Actuación. A nivel de público el entusiasmo es todavía mayor si cabe, porque “Cerdita” (2022) es una película de culto automática de la que se va a seguir hablando durante mucho tiempo. En eso tiene mucho que ver su impacto visual, que responde a un trabajo de imagen muy pensado y elaborado, tanto por parte de la fotografía de Rita Noriega como de la caracterización.

El terror diurno se presta a un juego de contrastes extremo para la representación de las zonas oscuras humanas que aquí se tiñe de costumbrismo social, que choca a su vez con la estética gore del “slasher” setentero, transformando a los “rednecks” de Texas en paletos extremeños. Las localizaciones en Villanueva de la Vera (Cáceres) son tan claves como lo pueda ser el hecho de que los padres de la protagonista regenten la carnicería del pueblo. En un escenario semejante la víctima de abusos por gordofobia no va a encontrar comprensión, sino una proyección de sus ansias de venganza en la figura misteriosa del psicópata asesino forastero. Y sobre todas las cosas destaca Laura Galán, siempre entendiendo que obedece a una metodología, no dramática, sino puramente física. Si ya de por sí el sobrepeso exige mucho esfuerzo, no digamos ya para una actriz adulta hacer de adolescente.