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AZKEN PUNTUA

La virtud de la fe


No creer que la vida sea el resultado de un divino designio cuyo espíritu gestiona la iglesia, la que a usted le cuadre, sigue teniendo más inconvenientes que ventajas, porque debe ser reconfortante la vida teniendo asegurado el paraíso, ahora que ya ni para infierno da el relato. Esa confianza que te da el «amigo imaginario» del que ninguna psiquiatría se ocupa, no la tiene quien piensa que con la muerte se cierra el ciclo de la vida y que, cuando el polvo vuelva al polvo, el único cielo posible será la memoria que se deje.

A un creyente no le asaltan las dudas, ni le faltan o sobran reparos, porque tiene algo de lo que carece el ateo: la fe. Por más inverosímil que parezca el milagro la fe lo hace creíble; por más incongruencias que encuentres en la historia, la fe las explica todas; por más absurdo que te parezca Dios, la fe lo glorifica.

La verdad es que, intelectualmente, la fe proporciona una vida mucho más plácida que la atea y, además, los creyentes siempre tienen a Dios de su parte. ¡Con lo fácil que hubiera sido para los descreídos que, casi siempre, fuimos antes monaguillos, cerrar los ojos y vocear la fe! Lástima que fe y pensamiento no puedan llevarse bien. Hay que darle uso a la cabeza y seguir descombrando miedos.

(Preso politikoak aske)