EDITORIALA

De la disputa salarial al conflicto social

Según ciertos clichés y buena parte de los medios de comunicación franceses, su sociedad es «demasiado contestataria», prefiere la revolución a las reformas y el conflicto social al compromiso. Alegan que el «derecho a paralizar el país» se ha convertido en tradición, y la cultura de la huelga en «una enfermedad» que no comparten sus vecinos europeos, que ningún otro país se comporta igual, todo el tiempo en huelga, con sectores críticos para la economía como las refinerías bloqueados, dando el poder a «la calle». Lo llaman la «excepción francesa».

En un contexto como el actual de inflación galopante, de pérdida del poder adquisitivo, de negativa del Gobierno a subir los impuestos a los «superdividendos», y con un movimiento popular de indignación en las calles que Emmanuel Macron no ha atendido ni quiere atender, esos clichés se están volviendo en algo más que recursos retóricos. Son una excusa útil para aplicar medidas excepcionales, contrarias a las promesas de privilegiar la concertación, que priorizan la lógica del enfrentamiento y del autoritarismo. Y proyectan una visión de cómo debe funcionar una sociedad y una política de fuerza, vertical, desde el poder y al servicio de los que más tienen. En concreto, Macron y su Ejecutivo, en un claro ataque al derecho a la huelga, han apostado por levas de trabajadores, obligándolos a permanecer en sus puestos, porque si van a la huelga son una amenaza al orden público. Por otra parte, se disponen a aplicar el artículo 49.3 de la Constitución para aprobar el presupuesto vía decretazo, sin necesidad del visto bueno de una mayoría que no tienen, haciendo ver que no les tiembla la mano, enconando así los ánimos y exacerbando las tensiones en un contexto social de alto voltaje.

En dos semanas, lo que comenzó como una disputa salarial en el seno de dos compañías privadas energéticas ha evolucionado hacia un conflicto social que amenaza con sostenerse en el tiempo y radicalizarse. Ayer miles de trabajadores y estudiantes se movilizaron en una jornada que augura un otoño caliente. No es una novedad ni tampoco una excepción francesa, son vientos de revuelta que recorren Europa.