Solo el 6% de la energía final que consumimos es eléctrica renovable
Si es cierto que el futuro pasa por la electrificación y las renovables, vamos terriblemente lentos, sobre todo en la CAV. La crisis energética y el revuelo causado por algunos proyectos eólicos han puesto el debate encima de la mesa. Para darlo, conviene tener claros algunos datos.
El debate sobre la crisis energética ha prendido, por fin, en Euskal Herria, empujado por la evidencia de la emergencia climática y por una factura de la luz que pone de manifiesto los riesgos de una dependencia excesiva y de un modelo energético centralizado y dominado por unas pocas grandes corporaciones.
El tema aprieta por arriba y por abajo. Proyectos eólicos como los propuestos por Statkraft en la CAV y por Capital Energy en la Zona Media de Nafarroa generan debate y polémica en el territorio, ante la evidencia de que no son infraestructuras inocuas. Por otro lado, la crisis energética global está haciendo inevitables cosas que parecían imposibles hace un par de años. Ejemplos de esto son la nacionalización de grandes energéticas por parte de los Gobiernos alemán y francés, planteamientos decrecentistas -de facto, nunca de forma confesa- como los propuestos por Bruselas para reducir el consumo de gas o la salida del Estado español y Países Bajos del Tratado de la Carta de la Energía, que limitaba considerablemente la capacidad de los Estados para adaptar su política energética.
Las cosas están cambiando, y lo van a hacer probablemente más rápido de lo que nadie imaginaba. Quizá sin tiempo para dar un debate en condiciones sobre el modelo energético. Con todo, hay que intentarlo, antes de que los hechos consumados se impongan y antes, también, de que las corrientes atávicas que corren por el subsuelo de este país levanten trincheras demasiado altas. Las preguntas están más o menos claras: ¿Cuánta energía va a necesitar Euskal Herria en el futuro? ¿De dónde va a salir? ¿Quién la va a gestionar? Pero todo esto tiene un paso previo: ¿Cuánta y qué tipo de energía consumimos ahora? Pretender debatir sin tener en cuenta cuál es el punto de partida actual no deja de ser otra manera de retardar decisiones urgentes.
La radiografía de una doble dependencia
Cabe preguntarse hasta qué punto somos conscientes del actual balance energético, que no es sino el crudo reflejo de una doble dependencia: respecto a los combustibles fósiles responsables de la crisis climática y respecto a fuentes de energía externas. Solo el 6% de la energía que se consumió en Hego Euskal Herria en 2021 fue generada en el territorio a partir de fuentes renovables.
La situación, con todo, es bastante dispar en Nafarroa y en la CAV. El primer herrialde produce mucha más electricidad de la que consume. Es decir, es exportadora neta. Dicha producción se reparte prácticamente a partes iguales entre las renovables y las no renovables. De hecho, en 2021, Nafarroa produjo 4.273 GWh de renovables, cuando su consumo final fue de 5.050 GWh. Esto no quiere decir que el 85% de la electricidad consumida en el herrialde sea de origen renovable, pero sí que una parte considerable de la demanda se cubre sin combustibles fósiles. Sobre todo con eólica: los 40 parques eólicos erigidos en las montañas navarras producen el 37% de la electricidad total que genera el herrialde.
La fotografía no tiene nada que ver con la de la Araba, Bizkaia y Gipuzkoa. Parece normal que Nafarroa, con más territorio y una densidad de población de 61 habitantes por kilómetro cuadrado -frente a 301 en la CAV-, tenga más infraestructura renovable, pero el abismo entre ambos territorios va más allá de los determinantes geográficos.
Cualquier comparación da cuenta de las diferencias. Nafarroa produce cuatro veces más electricidad renovable. Si nos fijamos en la eólica, la multiplicación es por diez. En 2021 en la CAV se generaron 298 GWh mediante aerogeneradores, frente a los 3.202 GWh de Nafarroa. Solo el 17% de la electricidad que produce la CAV tiene como origen fuentes renovables. Además, la generación total de energía eléctrica en la CAV, incluyendo el grueso producido con gas natural, apenas cubre el 43% de lo que consume. El resto se importa.
La distancia se percibe también si nos fijamos en la potencia instalada en cada territorio. Nafarroa tiene 1.750 MW de potencia renovable instalada, de los cuales 1.305 son eólica. En la CAV, la potencia renovable instalada es casi cuatro veces menor: 470 MW, de los cuales 154 corresponden a aerogeneradores.
De hecho, según el balance energético del propio Ente Vasco de la Energía, la dependencia energética exterior de la CAV es del 89,9%. Un solo país europeo supera esa cifra, se llama Luxemburgo y es poco más que una ciudad. Para hacernos una idea comparativa, la dependencia del Estado español es del 68,8%, mientras que la media de la UE se sitúa en el 54,9%.
La punta del iceberg
Con todo y la importancia que adquieren los debates sobre nuevas instalaciones eólicas, así como la evolución de la cuota de las renovables en la generación de electricidad, no hay que perder de vista que apenas hablamos de la punta del iceberg. Las renovables están enfocadas, mayormente, en la generación de electricidad, pero la energía eléctrica solo es responsable del 23% del consumo final en Hego Euskal Herria. El resto sigue siendo, básicamente, petróleo y gas natural.
El crudo y sus derivados siguen suponiendo el 45% del consumo energético final, empujado por el sector del transporte, responsable de casi dos tercios del consumo de petróleo. El gas natural se lleva un 22% del consumo final total -el grueso en la industria-, aunque esta es una cifra engañosa, ya que la mitad del gas que se consume en Hego Euskal Herria se quema para producir electricidad y desaparece del cómputo del consumo final. De hecho, la cuota de gas natural en el consumo primario, por ejemplo en la CAV, se sitúa en un 35%.
Hay otra trampa contable que funciona a cuenta del gas. La electricidad que se genera en las centrales de ciclo combinado y en las de cogeneración suele contarse como producción propia. Es decir, los GWh producidos en las centrales de Castejón y Amorebieta se cuentan como energía producida en Euskal Herria, obviando que el combustible requerido para generar esa electricidad es importado en toda su totalidad.
En cualquier caso, lo que interesa destacar es que aún logrando que toda la electricidad se generase con fuentes renovables, seguirían quedando tres cuartas partes del consumo energético actual en manos de combustibles fósiles. Este es el elefante en la sala que acostumbra a omitirse.
Quienes defienden que se podrá mantener el actual tren de vida occidental en una sociedad descarbonizada que reduzca a su mínima expresión el consumo de combustibles fósiles, ponen el foco en la necesidad de generar cada vez más electricidad, ya que la descarbonización requerida por la lucha contra la crisis climática pasa, en este esquema, por la electrificación de procesos industriales y del transporte, que actualmente funcionan sobre todo con petróleo, gas natural y derivados. Este proceso redoblaría la demanda eléctrica de forma notable en los próximos años.
Quienes recuerdan que no va a ser posible mantener el actual tren de vida, por contra, ponen el foco en el inevitable decrecimiento que va a llegar. A estas alturas es una obviedad que va a haber menos energía para consumir, y que la reducción no solo va a venir por la vía de la eficiencia y las nuevas tecnologías.
Aunque estas visiones acostumbran a chocar, el debate real, quizá, no sea entre si hay que decrecer o producir más con renovables. Vistos los números, probablemente ambas cosas serán indispensables.