EDITORIALA

Baja la renta media, sube la desigualdad

Según los datos del Instituto Vasco de Estadística (Eustat), la renta personal media de la población mayor de 18 años de Araba, Bizkaia y Gipuzkoa en 2020 disminuyó un 0,9% respecto al año anterior, 205 euros. Dicha bajada deja la media en 22.343 euros, que tras restar el impuesto sobre la renta y las cotizaciones sociales se convierte en una renta disponible de 18.818 euros. La gran mayoría son rentas procedentes del trabajo, seguidas de las correspondientes a transferencias o prestaciones sociales y, a gran distancia, a rentas de actividades económicas y del capital. Por supuesto, en esas cifras no se refleja el 14,6% de la población de esa edad que no percibe ningún tipo de ingreso. Habrá quien estime que se trata de una cantidad suficiente, seguramente quien percibe bastante más. Ciertamente, esa cifra, con ser modesta, no sería tan preocupante si significase que todos los ciudadanos perciben esa cantidad.

Nada más lejos de la realidad y, en cualquier caso, es una cuantía inferior a la del año anterior, lo que afecta en mayor medida a quienes menos perciben. Se trata de una media que incluye realidades tan opuestas como la de quien no ha notado variación alguna, o incluso ha visto su renta aumentada, y la de quien no puede hacer frente a su hipoteca o alquiler, ni siquiera a la alimentación diaria de su familia, la de quien espera con incertidumbre la llegada del invierno o la de la trabajadora cuya precariedad laboral es tal que no sabe si al día siguiente podrá seguir en ese puesto que a duras penas le permite subsistir. El desglose de los datos del Eustat ofrece otro aspecto recurrente de esa enorme desigualdad, cual es la distribución de la renta entre hombres y mujeres, que el pasado año registró un reparto favorable a los primeros en 9.755 euros sobre la renta de las mujeres.

Son datos que deberían servir para algo. Las rentas disminuyen y la inflación continúa disparada, mientras los poderes económicos y sus servidumbres se oponen a una mayor progresividad fiscal y al control de los desmedidos beneficios, como si ellos perteneciesen a esa mitad de la población que ingresa menos, o mucho menos, de 17.811 euros anuales.