Andoni LUBAKI
GUERRA EN UCRANIA

La escuela donde la wagner «afinó» sus métodos en jersón

En el pueblo de Velyka Oleksándriva, las tropas rusas de la compañía Wagner ocuparon una escuela y la convirtieron en su centro de operaciones en la zona, cerca del frente de Jersón, provocando terror entre los vecinos que no pudieron escapar a su llegada.

«Recuerdo» del paso de las tropas de la Wagner por Velyka Oleksándriva.
«Recuerdo» del paso de las tropas de la Wagner por Velyka Oleksándriva. (Andoni LUBAKI)

Lidia (72 años) y Mykhalo (69 años) avanzan por una calle llena de restos de morteros y grads. Él conduce a duras penas una bicicleta por el agujereado pavimento, ella va a pie. Los dos cargan con la madera que han recuperado de los escombros de lo que fue el hogar de su hijo. No tienen luz ni agua ni gas en su casa y el invierno acecha. «A mis hijos, la entrada de las tropas rusas les pilló lejos del pueblo, una de sus casas fue la primera en ser derruida por misiles Grad, ahora ya solo queda un agujero», señalan los jubilados, que recibían una pensión de 50 y 60 euros de la Unión Soviética hasta que, tras la independencia, se hizo cargo el Gobierno ucraniano.

Al ser preguntados por la escuela que queda frente de ellos, los dos bajan la cabeza. El tono de Lidia se hace aún más grave y Mykhalo calla. «A nosotros nos respetaron por ser mayores. Pero sabemos de gente a la que se llevaron fuera, lejos. Aún no sabemos nada de ellos. A veces se escuchaban gritos. Iban de casa en casa buscando a quien les pudiera dar lo que anduvieran buscando. A una vecina le quitaron muchas cosas, era viuda y no tenía como defenderse. Eran chechenos en su mayoría, te respetaban más que los rusos», dice ella. «Si te entraban los rusos…», añade Mykhalo, en referencia a las tropas de la compañía Wagner mientras empuja a duras penas su bicicleta cuando la conversación se vuelve incómoda.

Todos en esta región han oído hablar de las tropas de la Wagner. Solo citar ese nombre hace que los pocos vecinos que se animan a volver a sus casas, o los escasos que no tuvieron tiempo de marcharse porque la ocupación les pilló por sorpresa, decidan no hablar con cualquier pretexto. Un nombre maldito.

«queremos paz»

En la escuela hay varias aulas que fueron utilizadas como dormitorio o como centros de reunión. Los militares ucranianos que dan acceso advierten de que no se toque nada, ya que aunque el lugar haya sido desminado puede quedar alguna bomba trampa. «Z»-s pintadas en las paredes. En cada esquina una. Sacos terreros para protegerse del impacto de las bombas lanzadas por los ucranianos sobre esta población. El tejado agujereado por el impacto de las esquirlas deja pasar un rayo de sol que hace que muchas estancias tengan una iluminación que en otro momento y lugar hubiera sido maravillosa. Un escenario macabro que choca con el mensaje en una de las pizarras: «Perdón por el desorden. Todos los eslavos somos uno. Los ucranianos sois parte de Rusia. Queremos paz».

Esta zona fue una de las primeras en ser ocupada cuando el Ejercito ruso entró en Ucrania en febrero. Lo mismo pasó, pero a la inversa, cuando los ucranianos afinaron la maquinaria bélica y fueron ganando terreno. No tuvieron tiempo de recoger muchas de sus pertenencias ni el propio armamento sin utilizar que se amontona todavía en las inmediaciones esperando a que algún batallón ucraniano le saque provecho contra aquellos que los trajeron aquí. Latas y sobres de comida de combate. En el suelo, botas, chaquetas y pantalones. Rastros de una huida precipitada hacia Jersón, el bastión ucraniano bajo control de las tropas rusas situado a pocos kilómetros.

Por las ventanas rotas de la escuela número uno se divisa un campo ardiendo por la quema de rastrojos. Señal de que los paisanos vuelven no solo a vivir en la zona, sino que intentan subsistir plantando girasoles y grano en las fértiles tierras que deja el terreno quemado. Pero a lo lejos, los sonidos de los disparos de artillería lanzados en las dos direcciones recuerda que la guerra continúa pese al anhelo de algunos. Este pueblo que acogió en su momento a casi 5.000 habitantes es un punto estratégico para lanzar los ataques contra Jersón, que esta a tiro de los calibres más gruesos de la artillería ucraniana.

Velyka Oleksándriva también es una zona de mucha importancia para el abastecimiento de las tropas que se encuentran en la primera línea del frente cuando el Ejército ucraniano con las armas enviadas por varios países miembros de la OTAN lance su anunciado ataque.

Mientras, en el aula donde a duras penas aún cuelga un mapa de Ucrania con sus provincias y capitales, pintada en la pared se puede leer una palabra que muchos de los habitantes de la zona no podrán olvidar fácilmente: Wagner.