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BROS: MÁS QUE AMIGOS

Sin prejuicio alguno


La principal virtud de “Bros” radica en su carencia total de prejuicios a la hora de abordar una temática que, en multitud de ocasiones, ha generado un respeto que se ha traducido en distancia debido a que, hoy en día, no tasan muy bien y por lógica los chistes de trazo grueso o los arquetipos exagerados cuando se aborda el movimiento queer.

No coincido con quienes afirman que la película dirigida por Nicholas Stoller es tendente a ridiculizar la cultura gay, más bien es todo lo contrario porque aboga por una total naturalidad a la hora de recrear diálogos y secuencias que se sienten haber sido muy bien calibradas y rodarlos sin ninguna cortapisa y abogando por una saludable intención de hacer pasar al público un buen momento y sin faltar respeto alguno a los personajes retratados.

Gran química

Básicamente lo que nos encontramos en “Bros: Más que amigos” es un encadenado de secuencias cotidianas y profesionales en las que sus protagonistas sacan a relucir sus miedos, alegrías y anhelos dentro de un envoltorio gay y dentro de los códigos de un género en el que dicha temática no ha sido excesivamente tratada, la comedia romántica. En este sentido, Stoller nos descubre que sabe desenvolverse muy bien dentro de los consabidos engranajes de un subgénero que siempre oculta alguna que otra sorpresa, como fue la sobresaliente “Love Actually” (2003) del británico Richard Curtis, y lo hace mediante un filme basado en las clásicas comedias estadounidenses. Lo mejor que se puede decir de esta película es que es divertida y que jamás asoma sombra alguna de vergüenza ajena ante lo que estamos visionando lo cual se ha logrado gracias a la excelente química de su reparto.