Carlos GIL ZAMORA
Analista cultural

Servicio

Es difícil encontrar a una artista, novelista, pintora, actriz que no confiese que ha pasado momentos en los que ha estado a punto de dejarlo todo. Las expectativas decrecen, las realidades cotidianas crecen, se cumplen años, se adoptan responsabilidades familiares, no se vislumbra seguridad económica y eso abre brechas en algunas personas que no resisten esa inestabilidad y deciden buscar algo que los mantenga.

Ese algo pueden ser muchas cosas, relacionadas con el arte al que aman y sienten vocación o ajeno a ello si se ha estudiado una carrera. En la trigésima Muestra de Teatro Español de Autores Contemporáneos que se está celebrando en Alicante se hablaba de esto referido específicamente a la autoría. ¿Cuántas personas viven de escribir teatro? Muy pocas. Por eso se crean asociaciones, se plantean acciones, se negocian medidas que obliguen, al menos a los tetaros públicos que producen, unas cuotas de autoría propia. Participaba Maria Goiricelaia en esas conversaciones y además presentaba su montaje “Altsasu”, que volví a ver en una función de tarde de domingo, con una buena audiencia en la sala y una respuesta maravillosa. Puestos en pie, aplaudían con auténtica entrega y admiración un magnífico espectáculo teatral que además tiene claros signos de servicio a la sociedad, al tratar de manera adecuada y aleccionadora ese horrendo montaje policial y judicial que mantiene injustamente en prisión a unos jóvenes vascos.