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ELECCIIONES DE MEDIO MANDATO EN EEUU

Biden y los viejos republicanos fijan terreno en espera de Trump

Más allá de lecturas electorales y políticas cortoplacistas, el Partido Republicano parece reaccionar ante los resultados con un intento de distanciarse de Trump, pero sin renunciar a la deriva derechista. El demócrata y presidente Biden ha reivindicado su dulce derrota advirtiendo al magnate de que si se postula para las presidenciales de 2024 él también lo hará.

(AFP)

Es habitual en política magnificar las expectativas del rival para reivindicar, a la postre, su fracaso. Viene esto a colación de la lectura de los resultados, en la que prácticamente hay coincidencia en destacar que no se dieron ni la anunciada ola republicana ni la debacle demócrata.

Es cierto que los comicios de medio mandato son tradicionalmente un voto de castigo a la Administración gobernante, y que esta vez el inquilino de la Casa Blanca, Joe Biden, ha cosechado los resultados menos malos para un presidente de las últimas décadas, con la excepción de 2001, en la que George W. Bush se vio favorecido por el «prietas las filas» tras el 11-S.

Como lo es que los comicios han tenido lugar en un marco endiablado, con una inflación sin precedentes y con el precio del galón de gasolina por las nubes, para el contexto estadounidense. También es verdad que el actual líder republicano, Donald Trump, anunció, fiel a su estilo, un tsunami contra un «demente senil» como Biden. Pero de ahí a colegir que los republicanos se han dado la costalada va un paso. Y es que las encuestas auguraban su muy probable victoria en la Cámara de Representantes y un resultado muy reñido en el Senado. Que es el escenario que, en este momento, se dibuja en un recuento ajustado y lento. Con ya 207 de los 218 escaños que le darían la mayoría, y 40 por decidir, sería toda una carambola que los demócratas no perdieran su actual mayoría en la Cámara baja, lo que complicará los dos años que le quedan de mandato a Biden, a nivel legislativo y personal (posible impeachment, investigación de los negocios de su hijo en Ucrania y en China...).

El Senado está más en el aire. Los republicanos tienen ya 49 asientos asegurados, por 48 los demócratas, y el recuento está muy reñido en Arizona y en Nevada. En Georgia se repetirán comicios en diciembre. Si el Old Party venciera en dos de ellos invalidaría el voto de calidad de la vicepresidenta, Kamala Harris, que actualmente deshace el empate.

Si los republicanos lograran la mayoría en el Senado, estaríamos ante un presidente «pato cojo», forzado a utilizar en la medida de lo posible su poder de veto, pero con escaso margen de acción.

¿Por qué salió entonces ayer Biden

cantando prácticamente victoria y anunciando su intención de presentarse en 2024?

Iniciativa política. Los resultados le dan aire y le permiten adelantarse al «importante anuncio» que realizará Trump el martes. Un anuncio que todos daban por descontado que consistiría en la oficialización de su aspiración a presentarse a las presidenciales de 2024. Pero lo que sí han desmentido estos comicios es la ola trumpista, esa con la que el magnate pretendía allanar el camino a su candidatura sin necesidad de primarias.

Atención. Tampoco es que su cohorte de voceros haya sufrido una gran derrota. De hecho, de los 568 candidatos que hacen suyo el bulo de que hubo fraude en las presidenciales de 2020 más de 500 lo han logrado o están en camino de hacerlo. Aunque es verdad que algunos de sus primeras espadas, impulsados por cierto en las primarias abiertas por los demócratas en una peligrosa pero finalmente exitosa estrategia para eludir a rivales republicanos «moderados», han sido derrotados, lo que ha dado alas a los sectores que se resisten a seguir bajo las órdenes de un outsider alejado de la viejas y homologadas esencias del Viejo Partido como Trump.

Y aquí llegamos al meollo de estos comicios, tal y como acertadamente titulaba nuestro colaborador Urtzi Urrutikoexea en la edición de ayer de GARA: Las elecciones han puesto al Partido Republicano ante su espejo.

Pero todo apunta a que, con la sublimación de la contundente reválida del gobernador republicano de Florida, Ron DeSantis, a quien la misma Fox presenta como el nuevo líder de la derecha estadounidense, esta ha puesto en marcha una campaña precisamente de juego de espejos con la que busca deshacerse del continente Trump, pero conservando el contenido del trumpismo, esa amalgama de supremacismo, sionismo cristiano y desprecio por cualquier tipo de avance social y cultural que ya precedía al magnate, pero a la que se apuntó, no por convicción, sino por olfato político, el empresario corrupto y mujeriego neoyorkino.

Fue ese cocktail proto-ideológico, junto con la seducción de sectores blancos desclasados, lo que le dio la victoria en 2016, electorado al que los republicanos no quieren renunciar impulsando a un DeSantis que el “Finantial Times” presenta como «un Donald Trump con cerebro pero sin su circo».

Una estrategia que busca huir de histrionismos y de puestas en cuestión del establishment para no espantar al electorado llamado «independiente», ese que reclama el «centrista» Biden.

Un Biden que en 2024 tendrá ya 82 años y que es probable que se haría a un lado en caso de que Trump finalmente no se presente o de que perdiera en unas primarias de los republicanos.

Estos tienen un problema, pero el de los demócratas no es menor. Y no es menos existencial.