Dabid LAZKANOITURBURU

Macron, Meloni y la cartografía náutica

Nunca se denunciará lo suficiente la política criminal del Gobierno italiano impidiendo abiertamente que los barcos humanitarios que rescatan migrantes y refugiados a la deriva en el Mediterráneo arriben a puerto.

Estaba claro que, tras renunciar a enfrentarse a la UE y alineada con la OTAN en Ucrania, la posfascista Meloni recogería el testigo de su aliado, el xenófobo Salvini, y convertiría a los africanos que arriesgan sus vidas en pateras en cabeza de turco de su cobarde guerra cultural.

Dicho esto, lo que chirrían son los aspavientos del Ejecutivo de Macron, que se ha pasado días insistiendo en que Italia era el puerto más cercano para el Ocean Viking. Hasta que el barco se acercaba a la isla de Corsica y se ha visto obligado a acoger a sus rescatados en Toulon, cerca de Marsella.

París ha reaccionado rompiendo un pacto de reparto de migrantes y anunciando el sellado de las fronteras con Italia. Algo en lo que es experto, como comprueban todos los días los vascos que viven a una u otra orilla del Bidasoa.

Roma ha respondido enzarzándose en una guerra de cifras de acogida de refugiados en la que, por su proximidad a las costas africanas, no tiene rival en Europa Occidental, quizás con la salvedad del Estado español.

Macron no tiene credibilidad alguna a la hora de criticar a Meloni. Pero el verdadero problema está en la UE, que sigue sin articular una política, si no ya humanitaria, por lo menos predecible y coordinada de acogida.

Lo que provoca esa inhumana carrera por no acogerlos. Con cruces de acusaciones comparativas. O con cartografía náutica.