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Cansancio


Tras la cita del G20 a comienzos de semana, la del Foro de Cooperación Económica Asia-Pacífico en Tailandia y la de la COP27, a un exhausto Macron apenas si le llegó el aliento en la cumbre de la Francofonía de Túnez de anteayer para mostrar su preocupación por el retroceso del francés, pobrecito idioma de apenas 300 millones de locutores, oficial en decenas de países, pero que pierde terreno frente al inglés. Que el francés ha perdido presencia internacional es un hecho. Como lo es que Francia pesa mucho menos que hace un siglo en la agenda mundial. Ni tiene imperio ni colonias ni Commonwealth.

Por eso, París se esfuerza en dar solemnidad a esta cita con sus antiguas posesiones imperiales. Tanto, que no duda en rebasar la frontera del ridículo. «El verdadero desafío de la francofonía», según su presidente, «es ser portador de un proyecto de reconquista, de resistencia» para hacer del francés una «lengua hospitalaria». El verdadero desafío de cualquier pueblo cuya lengua vernácula ha sido atropellada por el monolingüismo colonial es comprender cómo el máximo representante de un país que se tiene por patria de los DDHH puede creer que quien reconquista, es resistente y hospitalario. Y no, no es el cansancio. El cansancio lo tenemos nosotros.