Koldo LANDALUZE
SINTIÉNDOLO MUCHO

El poco discreto encanto de un burgués

Para dar con las causas que han propiciado este fallido experimento documental habría que centrarse en el propio protagonista. Los quince años que Fernando León de Aranoa ha invertido, no de manera continuada, en el retrato de Joaquín Sabina no son más que un encadenado de secuencias tan planas como las rimbombantes frases que el retratado suelta ante la cámara. “Sintiéndolo mucho” no es más que un aburrido y melancólico ejercicio de autocomplacencia en la que Aranoa se ha visto desbordado por las triquiñuelas de un Sabina que, lejos de mostrarse desnudo y sin bombín, se las ha ingeniado para evitar que su leyenda no se resquebraje en exceso.

León de Aranoa ha contado lo que el cantante andaluz ha querido soltar y para ello se ha servido de su habitual verborrea en diálogos carentes de profundidad. Tal vez este sea el principal aliciente del filme, mostrar a Sabina en su constante soliloquio autocomplaciente, un personaje creado a partir de retazos de canallesca nocturna y etílica que siempre juega al despiste cada vez que se quiere profundizar en su tramoya. Resulta extraño que apenas asomen secuencias del pasado, la insurgencia artistica que cobró forma, gracias sobre todo a Javier Krahe, en “La Mandragora” es un capítulo silente que Sabina siempre se empeña en ocultar o disfrazar. Todo queda resumido en una especie de secuencia reiterante y circular que pretende hacernos creer que tras la fachada del cantante hay un poeta que persevera en su agotador intento por querer ser recordado. Básicamente, “Sintiéndolo mucho” elude muchas cuestiones y viene a decirnos lo que el propio Sabina confirmó hace pocos días, que su supuesta ideología de izquierdas pasó al olvido. Aunque, sinceramente, dudo mucho que al