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CRÍTICA «MANTÍCORA»

Monstruos en un espejo virtual


Carlos Vermut sorprendió con su primera película “Diamond Flash” (2011). Convertido en cineasta de culto con tan escueta filmografía, en su segunda “Magical Girl” (2014) se consolidó como un autor muy a tener en cuenta tras hacerse con la Concha de Oro en Zinemaldia. No obstante, con su tercer largometraje “Quién te cantará” (2018), dio un paso atrás debido a una historia recargada de metáforas y ahogada en un discurso visual excesivo. En esta su cuarta propuesta, Vermut recobra la senda iniciada con sus dos primeros trabajos y logra su trabajo más impactante y arriesgado. Profundamente perturbadora, aborda una crónica urbana muy apegada a nuestra realidad más reconocible, en la que lo virtual ha adquirido una importancia tal que, en muchos casos, dificulta discernir lo real de lo que no lo es. El protagonista es un cotizado diseñador de videojuegos que encontrará en su profesión la herramienta oportuna para proteger y velar algo que le marcó profundamente en el pasado.

Vermut alude en su título a la criatura mitológica con rostro humano, cuerpo de león y cola de escorpión -con la que incapacita a sus presas- para dar forma a su propia criatura, la cual, y sacudida por constantes ataques de ansiedad, prolonga en los monstruos tridimensionales que crea en el ordenador una especie de espejo distorsionado. En la conducta del protagonista no hay espacio para la redención, la única ventana por la que se cuela una leve brisa se encarna en la joven que entrará a formar parte de sus emociones, un nuevo reflejo a través del cual el gris personaje encarnado por Nacho Sánchez, pretenderá seguir la estela de la normalidad preestablecida en compañía de dicha joven -fascinante Zoe Stein-. Todo se escenifica en un paisaje difuso, en el que imperan las apariencias y las soledades que, en nuestra desesperación, tendemos a querer compartir.