Txente REKONDO
MATANZA EN PARÍS

Preguntas en torno al nuevo ataque a la comunidad kurda

El último ataque racista contra la comunidad kurda en París deja en el aire varias preguntas, alimentadas por la actitud de las autoridades ante este ataque y el atentado de 2013, en un contexto en el que Turquía lleva tiempo utilizando Europa para atacar a sus «enemigos» y presionando a sus Estados para que persigan a los refugiados. Un millar de personas homenajeó ayer en París a las víctimas.

(Julien DE ROSA | AFP)

En vísperas del décimo aniversario de la muerte de tres importantes dirigentes kurdos en un atentado en París, el 6 de enero de 2013, se ha vuelto a producir otro ataque contra los kurdos en el mismo distrito 10 de París. Se sabe la identidad del atacante y sus antecedentes racistas. Y que el objetivo ha sido la comunidad kurda.

Pero se mantienen las preguntas. Parece que el atacante, pese a sus antecedentes, no ha tenido dificultades para armarse y perpetrar el atentado a plena luz del día (no consta seguimiento o control oficial). ¿Por qué actuó con tanta libertad? Algunas fuentes señalan que fue llevado hasta las cercanías del ataque en un coche. ¿Quién lo hizo? ¿Por qué las autoridades no han reaccionado ante las amenazas vertidas contra el centro kurdo semanas antes del ataque? De hecho, la intervención policial no fue rápida, y fueron los propios kurdos quienes detuvieron al atacante.

Otro aspecto clave puede ser la convocatoria de una importante reunión del movimiento de mujeres kurdas (se esperaban unas 60 personas), para preparar las manifestaciones del 4 y 7 de enero por el décimo aniversario del atentado de 2013. Se retrasó en el último momento y, por ello, tal vez pudo evitarse una matanza más grande. ¿Conocía la convocatoria el atacante? ¿Quién le dio la información?

La sombra de los servicios secretos turcos planea

sobre este atentado. Tal vez por eso, igual que en 2013, las autoridades francesas no muestran mucho interés en esclarecer su autoría y patrocinio. En 2013 se arrestó a Omer Guney, un ciudadano turco de 32 años, como presunto autor del atentado. Murió enfermo en prisión antes de ser juzgado. Además, tenía importantes conexiones con los servicios de Inteligencia turcos (MIT).

Desde entonces, las autoridades francesas han clasificado el caso como secreto de Defensa (una especie de secreto de Estado), y se han negado a levantarlo, impidiendo al juez instructor y a los abogados de las víctimas kurdas acceder a los informes de los servicios de Inteligencia galos, que mantienen vínculos oficiales con el MIT.

La presencia de importantes recursos de los servicios secretos turcos en el Estado francés y en otros Estados europeos es de sobra conocido por las autoridades locales. Turquía lleva tiempo utilizando Europa para atacar a sus «enemigos internos». En ocasiones empleando a los Lobos Grises o a lobos solitarios. Por eso, el interés turco por buscar tensar las relaciones de París con el movimiento kurdo cabría en la ecuación de los intereses en torno al atentado.

No conviene olvidar tampoco las presiones de Ankara de cara a una adhesión de Suecia y Finlandia a la OTAN. Las contrapartidas exigidas por Turquía son conocidas, perseguir a la militancia y a los refugiados kurdos (usarlos como moneda de cambio) y a los seguidores del clérigo turco Fethullah Gülen.

La terminología oficial para referirse al ataque también es importante. No es igual calificarlo de «racista» o de «terrorista». Desde el primer momento, las autoridades francesas parecen querer situarnos ante un ataque «racista», tratando de que el atentado no adquiera pública y oficialmente las ramificaciones políticas que acarrearían su calificación como «atentado terrorista».

Ese intento de desviar el objetivo kurdo del ataque choca con algunos datos que se han ido conociendo. Las tres personas muertas son kurdas, el ataque se produjo contra centros y establecimientos kurdos, pese a que en esa misma calle hay negocios de ciudadanos africanos. En esa calle se ubica la sede del Consejo Democrático Kurdo de Francia, cuyos dirigentes habían trasladado hace días a las autoridades su preocupación por las amenazas que estaban recibiendo.

El enfrentamiento de Turquía con el pueblo kurdo es el eje central. El atentado de hace diez años tuvo lugar cuando se vislumbraba un posible proceso de negociaciones entre Recep Tayyip Erdogan y el pueblo kurdo. Se vio la mano del Estado profundo para boicotear el proceso.

La actualidad en torno a Rojava ha sido protagonista

estas semanas. Tras el ataque de Estambul en noviembre, Ankara acusó al movimiento kurdo (algunas fuentes señalan un ataque de falsa bandera) y aprovechó la situación para atacar al pueblo kurdo dentro de las fronteras de Siria, amenazando con otra invasión terrestre (frenada por ahora por las presiones de EEUU).

El periodista Maxime Azadi ha buscado contextualizar los hechos y la desinformación en torno a la «ira» de los kurdos: «El enfado no es nuevo. Durante meses, la comunidad kurda ha salido a la calle para denunciar las invasiones turcas y los crímenes de guerra. Los medios occidentales no hablan de ello y sus ciudadanos no saben por qué los kurdos están enfadados. Turquía es un aliado de la OTAN. Ningún país occidental condena a este Estado genocida».

Y como apunta un militante kurdo, «este ataque es una continuación de los asesinatos de 2013. La población kurda ya no vive segura en Europa. Los kurdos no solo somos perseguidos y oprimidos en nuestro país de origen. En el corazón de Europa somos asimismo el objetivo de los fascistas y de los servicios secretos turcos, pero también de los aparatos de represión».