Mikel INSAUSTI
CRÍTICA: «EL RÍO DE LA IRA»

Robert De Niro no es Nicolas Cage

Antes de meterme de lleno con el engañoso reparto estelar de “El río de la ira” (2022), voy con la no menos tramposa figura del productor. Decir que Randall Emmett sigue la tradición de William Castle, en cuanto productor tacaño que acaba dirigiendo películas para abaratar costes, puede parecer un poco exagerado, pero algo de eso hay. Está claro que el señor Emmett utiliza sus contactos para ahorrarse el casting, y así en su anterior y primer largometraje “Tras la pista del asesino” (2021) tiró de la amistad con Bruce Willis, ya apunto de retirarse de la profesión por sus problemas de salud. Con el segundo la cosa va a más, puesto que, como ha coproducido los últimos trabajos de Martin Scorsese, tenía a mano a Jack Huston y Robert De Niro. Este último, al igual que John Mlakovich, es una estrella de Hollywood en horas bajas, dispuesta a intervenir en películas baratas o “exploitation”.

Pero el problema de Robert De Niro en “El río de la ira” (2022) y subproductos similares es que no es Nicolas Cage. No es que no sepa reírse de sí mismo o dejar de tomarse en serio como actor, porque el instinto autoparódico lo ha demostrado de sobra, sino que no posee el talento autodestructivo del sobrino de Coppola, necesario para salir airoso en cualquier descenso a los infiernos cinematográficos que se precie. Ni Robert De Niro delante de la cámara, ni Randall Emmett detrás de ella, parecen ser conscientes de que están haciendo una mala película, cuando deberían serlo para evitar las risas involuntarias y codazos del respetable en sus butacas.

El papel que le toca en suerte al viejo astro italoamericano tampoco se presta a ironías o distanciamientos, por tratarse de un sheriff paternalista y pacificador en un pueblo no apto para bondadosos o mediadores, como caldo de cultivo del que surge la figura del justiciero vengador a lo Charles Bronson, decidido a acabar con los responsables del narcotráfico local.