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EDITORIALA

Es necesario acotar el poder de los oligopolios


En 2015, la Comisión Nacional de los Mercados y la Competencia (CNMC) sancionó a una veintena de fabricantes y vendedores de automóviles por formar un cártel con el fin de acordar las condiciones de venta de los coches. Casi ocho años más tarde, han empezado a llegar las sentencias favorables a las personas perjudicadas por aquella adulteración de la competencia, que en Hego Euskal Herria pueden llegar a ser hasta 480.000.

El problema es que estos acuerdos ilegales no son un hecho aislado. Las autoridades europeas y las del Estado han sancionado a constructoras por concertar el reparto de las licitaciones de obras públicas; a bancos por manipular primero el libor y más tarde el euribor; a consultoras por repartirse los contratos públicos; a compañías eléctricas por manipular el precio de la luz; a petroleras por pactar precios… Y esos solamente son los sumarios en los que se ha probado la colusión entre oligopolios para manipular el mercado. No es difícil imaginar que esos casos no son más que la punta del iceberg de una práctica extendida que se da, en primer lugar, porque pueden. Son tan grandes que se pueden adueñar completamente del mercado y dictar sus condiciones en función de sus propios intereses. En segundo lugar, porque el único afán de estos oligopolios es aumentar el dividendo a repartir, como sea. Para sus ejecutivos el fin justifica los medios. Y en tercer lugar, porque existe impunidad. En caso de que se descubran esas prácticas mafiosas, las multas son perfectamente asumibles, además de ser de un orden de magnitud insignificante en relación con las ganancias extraordinarias que lograron con sus prácticas corruptas.

La clase trabajadora es la gran perjudicada por esas manipulaciones, ya que termina pagando precios desorbitados por los bienes y servicios que consume. Es el coste oculto de un sistema que habla mucho de competencia, pero que en realidad fomenta la manipulación y el ventajismo. La solución pasa por fomentar la competencia allí donde se pueda, para lo que habría que trocear los oligopolios; o por fomentar la iniciativa pública, allí donde eso no sea posible o recomendable.