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EDITORIALA

La multa al Aita Mari no detendrá la solidaridad


La Capitanía Marítima de Valencia, dependiente del Ministerio de Transportes español, ha abierto un expediente sancionador al barco vasco Aita Mari, un atunero reconvertido en barco de salvamento por la ONG Salvamento Marítimo Humanitario, que podría terminar convertido en una multa de más de un millón de euros. El origen de este expediente está en una inspección que hicieron al barco las autoridades italianas hace tres años, después de que desembarcara a varios náufragos en Palermo. Aquel expediente con las irregularidades detectadas fue remitido a las autoridades españolas que, al parecer, han optado por un castigo ejemplar.

La ONG responsable del barco informó ayer de que la mayoría de las deficiencias estaban relacionadas con la documentación y que no afectaban a la seguridad. Gran parte además fueron subsanadas antes de que el barco pudiera hacerse a la mar, tras abonar más de 55.000 euros por la inspección y por tasas portuarias especiales. El examen se produjo en un momento en el que el Gobierno italiano trató de expulsar a todos los barcos de salvamento fletados por organizaciones humanitarias que actuaban cerca de sus costas. Para lograr ese objetivo, no escatimó esfuerzos y puso todo tipo de trabas a su actividad. No quería que hubiera testigos en sus fronteras que denunciaran la militarización y la constante violación de derechos humanos. En ese contexto, la decisión del Gobierno español de continuar adelante con el expediente, transformado además en una multa astronómica, solo se puede entender como un apoyo explícito a las autoridades italianas para limitar la presencia de testigos en la frontera. Es obvio que en esta cuestión ambos ejecutivos comparten objetivo por encima de la falta de afinidad ideológica.

Si los gobiernos español e italiano no quieren que haya barcos humanitarios en sus costas, la solución más sencilla y respetuosa con los derechos humanos es habilitar vías seguras para la migración. El cierre y la militarización de las fronteras solo provoca sufrimiento y violencia, una realidad que seguirá alimentado la solidaridad, como la que sustenta el Aita Mari por encima de expolios millonarios.