Aitor AGIRREZABAL
IBOGAÍNA

El psicodélico que revoluciona la lucha contra las adicciones

¿Es posible hacer desaparecer, de golpe, el síndrome de abstinencia? Al parecer, sí. La ibogaína, molécula derivada de una planta sagrada de Gabón, podría bloquear el deseo de consumir opiáceos tras una sola dosis. Por el momento, hay un solo estudio y mucha clandestinidad en un centenar de centros repartidos por el mundo.

En la página anterior, un arbusto de iboga. Sobre estas líneas, corteza e ibogaína, preparada para consumir.
En la página anterior, un arbusto de iboga. Sobre estas líneas, corteza e ibogaína, preparada para consumir. (WIKIPEDIA | GETTY)

Pueden recorrerse paisajes nunca vistos, escuchar tambores y ritmos africanos con connotaciones primitivas, ver animales o personas fallecidas que parecen vivas y se le aproximan al individuo para transmitirle mensajes, sobrevolar ciudades, océanos o bosques, viajar por el ADN o el cerebro, ver objetos llenos de colorido, etc». Este sería el primer efecto de un consumo de ibogaína. El segundo, el final del síndrome de abstinencia de opiáceos.

La ibogaína abre lo que se llama una «ventana de oportunidad» para alejarse del consumo de drogas durante unas semanas o meses después de la sesión, en la que se reduce significativamente el deseo de consumir. Según Iceers, una organización sin ánimo de lucro que se dedica a «transformar la relación de la sociedad con las plantas psicoactivas» y que lleva a cabo el primer ensayo clínico sobre los efectos antiadictivos de este alcaloide, se ha observado, «de forma consistente», que la ibogaína bloquea el síndrome de abstinencia agudo de los opiáceos. Algo que podría revolucionar la lucha contra la epidemia de sobredosis.

Aunque la iboga, que significa «madera sagrada», crece en varios lugares de África Central, sus raíces más profundas están en Gabón, donde se utiliza en ceremonias y rituales desde hace siglos, y su uso también se ha extendido entre las comunidades fang de Guinea Ecuatorial y el sur de Camerún. En Gabón, la iboga no puede entenderse sin su vínculo con tradiciones espirituales ancestrales, como el bwiti, practicado por comunidades de unas cincuenta etnias.

De esos usos tradicionales, hay quien ahora lo traslada a los tratamientos contra las adicciones. La investigación comenzó con Howard Lotsof, que descubrió accidentalmente las propiedades antiadictivas de la ibogaína en 1962, cuando sólo tenía 19 años y era adicto a la heroína. Siete amigos la ingirieron y al día siguiente seis de ellos no tenían necesidad de consumir. A partir de ahí, dedicó su vida a investigar los usos de este alcaloide.

Sin embargo, la investigación de las propiedades de la ibogaína no ha avanzado demasiado debido al escaso interés de la industria farmacéutica y a las trabas que ponen los gobiernos. Iceers trata de hacer frente a ello. El período que va desde la administración de la ibogaína hasta meses o semanas después, durante el cual el deseo de consumir se ve reducido, es «una oportunidad altamente valiosa», asegura Genís Oña, coordinador de la investigación, a GARA.

«UNA ESPECIE DE ANTÍDOTO»

Define la terapia como «una especie de antídoto». En el rito tradicional se coloca un espejo frente al iniciado para que pueda verse en él. «Esto es exactamente lo que facilita la experiencia con ibogaína: una confrontación con traumas pasados, los propios miedos, responsabilidades, etc. Mediante el hecho de afrontar estos obstáculos que inhiben el crecimiento natural o el buen funcionamiento en sociedad, la ibogaína puede catalizar un profundo cambio en la vida diaria», explican.

La ibogaína es ilegal en gran parte de Europa y Estados Unidos. Nueva Zelanda es el único que ha regulado su uso. De hecho, es allí y en México donde, a pesar de su todavía escasa evidencia científica, se encuentran la mayoría de los pocos centros oficiales.

En el Estado español la ibogaína no está calificada ni como psicotrópico ni como estupefaciente, por lo que no es una sustancia prohibida, lo que ha permitido realizar este estudio «sin muchos problemas». Según ha podido saber GARA, al menos hay un centro que administra ibogaína en el Estado español, en el País Valencià y de forma no oficial. A pesar de ello, al no estar comercializada Iceers tuvo que buscar «proveedores de confianza». Además, no trabajan con el iboga (tabernatnhe iboga) ya que es una especie en peligro de extinción, sino que utilizan otra planta que también tiene la molécula de la ibogaína.

El estudio está en la fase final. «Son personas que eran consumidores de heroína, que fueron estabilizadas con programas de mantenimiento de metadona. Personas que llevan 10-15 años tomando metadona y no pueden dejarlo. La ibogaína parecía ser eficaz y los resultados están siendo satisfactorios», cuenta Oña.

«Una sola administración tiene efectos antiadictivos», asegura. «Lo que estamos viendo es que es una especie de antídoto. La molécula que administramos tiene efectos antiadictivos en los receptores del cerebro que están relacionado con el hábito de la dependencia y tiene un efecto terapéutico de por sí», añade.

Se administra ibogaína cuando los pacientes llevan 24 horas sin consumir metadona y los síntomas de la abstinencia comienzan a aparecer. Estos síntomas desaparecen durante 24 horas o algo más. «Una dosis de metadona te dura en el cuerpo una semana y la ibogaína, desaparece mucho más rápido, y con una dosis de las que nosotros trabajamos, como todavía tienes metadona en el cuerpo, pues volverá el mono. Lo que estamos haciendo son seis administraciones en cada paciente. Una administración por semana. Dejamos siete días entre administración y administración, bajando progresivamente la dosis de metadona», explica Oña.

Una simple búsqueda en Internet da con muchas opciones de compra online o centros de terapia que van de Serbia a México o Portugal. Revelará muchas opciones, en su mayoría no reguladas, y algunas que solo existen en las redes sociales. No existe una base de datos que rastree la cantidad exacta de personas que brindan terapia con ibogaína, pero se estima que hasta 150 proveedores están operando en todo el mundo. Sin embargo, solo unas 40 están correctamente certificadas.

EL TRATAMIENTO

En estos otros centros sí que ofertan esas dosis más altas con las que tras una sola administración se haría frente al síndrome de abstinencia. El doctor Josep María Fábregas, premio nacional de Psiquiatría 2022, explica cómo son estas sesiones. Los efectos empiezan a aparecer de manera gradual en la primera hora tras la ingesta por vía oral, notándose por un zumbido en los oídos que anuncia la aparición de las primeras modificaciones en la percepción visual y de las sensaciones corporales. Pueden producirse dificultades en la coordinación, por lo que el usuario suele permanecer tumbado. No es una experiencia alucinógena, el individuo siempre es consciente de dónde está, de que la experiencia es causada por la ingestión de la ibogaína y que las visiones que está teniendo durante la experiencia son proyecciones internas, relata.

Durante la segunda fase, comúnmente llamada «de sueño despierto», pueden aparecer alucinaciones, cambios en las emociones y modificaciones de la percepción corporal y del sentido del tiempo y del espacio. Es en esta fase en la que se recorrerían los citados «paisajes nunca vistos por el iniciado, escuchar tambores y ritmos africanos con connotaciones primitivas, ver animales o personas fallecidas que parecen vivas y se le aproximan al individuo para transmitirle mensajes, sobrevolar ciudades, océanos o bosques, viajar por el ADN o el cerebro o ver objetos llenos de colorido, etc».

En la tercera fase, explica Fábregas, «se produce una evaluación intelectual respecto a los eventos pasados y a las decisiones tomadas, descubriendo nuevas soluciones diferentes a las tomadas, un arrepentimiento profundo por las acciones realizadas hacia otros y la convicción de que lo pasado es inmodificable y que el futuro se presenta para hacer mejor las cosas».

FARMACOLÓGICO Y PSICOLÓGICO

Es decir, la administración de ibogaína tiene dos principales mecanismos. Uno farmacológico, ya que el antídoto de la molécula tiene efectos antiadictivos, pero además tiene el mecanismo psicológico. «Ese colocón está asociado a ciertos insides, relaciones que te hacen reflexionar sobre por qué estás teniendo esta adicción. Contenido más de tipo emocional», explica Oña.

El estudio de Iceers, sin embargo, trabaja con dosis pequeñas, que van de los 100 a los 600 miligramos por paciente, dándole más peso al efecto farmacológico. «No damos dosis que den mucho colocón, porque el problema que ha habido hasta ahora es que la ibogaína, como también es cardiotóxica, puede ser incluso mortal con dosis muy elevadas, que son las que te generan ese colocón. Nosotros queríamos ver si con el efecto farmacológico ya es suficiente, sin inducir efectos psicoactivos muy potentes. Son dosis bajas, de 100 a 600 miligramos, y aunque algunos pacientes sí que tienen algún efecto psicoactivo, es más sutil y no es tan potente. Y los resultados están siendo bastante satisfactorios», insiste.

OPORTUNIDAD Y RIESGO PARA GABÓN

La fruta amarilla no es un elemento clandestino en el país africano, pudiendo encontrarse en el jardín de una casa, así como en arbustos salvajes. De hecho, se puede adquirir en cualquier mercado de Libreville. Lo que la convierte, junto al turismo que ya atrae a personas de todo el mundo a consumir iboga mediante el rito local, en una oportunidad de prosperidad.

Sin embargo, la mayor parte de la iboga que se vende en el mercado mundial ha sido exportada ilegalmente, según Lee White, ministro de Agua, Bosques, Mar y Medio Ambiente. Lo que además de perjudicar a la planta en peligro de extinción, no deja beneficio en el país africano.

Por ello, Gabón fue el primer país en firmar el Protocolo de Nagoya sobre recursos genéticos, en gran parte para proteger su Tabernanthe iboga. El acuerdo crea un marco en el que las empresas que se benefician de los recursos genéticos de otra pueden garantizar que parte de las ganancias vaya a las comunidades de donde proviene ese recurso. A White le preocupa que a medida que la investigación sobre la ibogaína avance en diferentes direcciones, Gabón no sea compensado por su contribución.