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LA NOVIA DE AMÉRICA

La Llorona y las Trajineras de Xochimilco


Esperemos que “La novia de América” (2023) sea ya el último coletazo de la comedia que explota los topicazos del choque cultural. En realidad está tan venida a menos que esta tardía muestra se queda practicamente en nada, como nadería que es. No es agradable hablar en terminos peyorativos, pero al público mexicano le puede llegar a sonrojar la imagen que se da de su forma de ser, más cercana a la desvirtuación del culebrón que a la autenticidad de la comedia costumbrista. Y todo ello en un entorno turístico de postal en el que no pueden faltar las Trajineras de Xochimilco, o la Leyenda de la Llorona reinterpretada en la caracterización de Pepa Charro, la única del reparto que se sale del soso guion para improvisar y resultar graciosa.

La sosez, y mira que en México le echan sal hasta a la bebida, le viene a la narración de sus limitaciones coyunturales. El tema de la diversidad ha sido metido con calzador, para lanzar el consabido mensaje a favor de la tolerancia y del respeto al diferente. Ocurre que a la protagonista su padre le anuncia que se va a casar con una mexicana que ha conocido por Internet, lo cual suscita sospechas y desconfianza de entrada, confirmadas al comprobar que la novia es treinta años más joven. Los prejuicios se disparan entonces, y se pone en marcha la estrategia para forzar la separación de bienes matrimonial.

La hija acaba de sufrir un desengaño amoroso, y es que su prometido le ha dejado plantada para casarse con su mejor amiga. En consecuencia se siente despechada, y aterriza en México con las defensas preparadas, aunque no tardará en desarmarse al conocer a su futura familia política, en concreto a un miembro que le atrae y le devuelve la ilusión perdida. Por tanto la confraternización acaba por imponerse, junto con el tono festivo, que llega demasiado al final.