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Cuando Amable Arias descubrió el mundo a través de las bambalinas

Escenas de vedettes y coristas, imágenes que nos retrotraen al ambiente teatral de la Donostia de los años 50 se han adueñado de la sala Laboratorio del Museo San Telmo. Son 80 obras -61 acuarelas y 18 dibujos- que plasman lo que ocurría detrás del telón del Teatro Principal, escenas que escapaban a los ojos de los espectadores cuando ocupaban la sala de butacas. «Amable Arias entre bambalinas» está abierta hasta el 28 de mayo.

Los dibujos y acuarelas expuestos los realizó el artista cuando ayudaba a su madre en el guardarropía del Teatro Principal. (Jon URBE | FOKU)

La serie que se expone en San Telmo es parte de la donación realizada al museo por la compañera de Arias, Maru Rizo, algo que agradecen tanto los representantes de la pinacoteca como del Ayuntamiento. «Yo era muy jovencito, empezaba a salir del cascarón, y ese cascarón, todavía putrefacto, estaba pegado a mi cuerpo». Así recordaba precisamente el artista la época en la que la creó esta serie. Era la década de los años cincuenta, concretamente el periodo entre 1955 y 1959.

Amable Arias (Bembibre, León, 29 de junio de 1927 - Donostia, 29 de febrero de 1984) sufrió toda su vida las secuelas del accidente que tuvo en 1942: lo arrolló un tren en la estación de su Bembribe natal y se vio obligado a estar recluido entre las cuatro paredes de su casa.

Fue en 1951 cuando su madre comenzó a trabajar en el guardarropa del Teatro Principal. Mientras la ayudaba, el joven e inexperto Arias descubrió un mundo desconocido, un ambiente que rezumaba erotismo, encarnado en las actrices y vedettes más conocidas de la escena española de la época. Ver las interioridades de la farándula hizo que el artista tuviese «un aprendizaje acelerado».

El pequeño Amable no tuvo la oportunidad de vivir su niñez y su adolescencia con normalidad, pero en el teatro encontró «otro mundo que tampoco era real, donde las actitudes, el lenguaje y la sexualidad se establecían de otra manera», como señala el comisario de la muestra, Mikel Lertxundi.

Remarca Lertxundi el carácter fundacional de la serie, en la que se definen algunos de los elementos que se irán repitiendo en la producción artística posterior de Amable Arias. Asimismo, destaca su capacidad para captar las actitudes de los personajes retratados. En algunos casos son retratos de pose; en otros, imágenes robadas. La mayoría de las artistas están con sus mejores galas, aunque también se las puede ver con ropa de calle.

Creando un universo propio

Su estancia en el teatro fue determinante también para estimular el desarrollo de un sentido crítico, que desembocará en su particular universo posterior.

Arias tiene numerosa obra en papel, dibujos, acuarelas, collages, grabados, papeles chinos. Entre los dibujos mostrados, el visitante encontrará trabajos llevados a cabo a lápiz y tinta. En esta serie el estilo viene marcado por la rapidez con la que realizaba los trazos, «lo que exige práctica, precisión y decisión», apunta el comisario. De ahí que algunas de las obras expuestas -sobre todo las realizadas en plena actuación- tengan como característica la ausencia de rasgos en sus rostros.

Lertxundi subraya que dada la situación económica que vivían, el artista se veía obligado a utilizar el papel que tenía a mano, sin el gramaje adecuado para pintar acuarela, circunstancia que no le impidió desarrollar su arte.

A modo de epílogo, en el museo se reproducen cuatro relatos inéditos pertenecientes a los “Sherazades” dictados por Arias a Rizo. La exposición también incluye una pieza compuesta por extractos de NO-DOs de la década de los 50, donde se ven imágenes de la Plaza de la Consti en 1959.