Mi único credo
Tal vez por el miedo a aceptar que nuestra vida termina el día en que nuestro aliento se apaga, o por la ingenua confianza de que no puede ser pasto de gusanos tanta ilustre y envanecida biografía, hay quienes encuentran en la reencarnación, la resurrección, la transmutación o cualquier otro esquivo guiño a las leyes de la naturaleza y de la ciencia, el pretexto que nos haga eternos. Yo hace años que aprendí que no lo soy y que no hay más vida que la que arde. Mi dios es mi conciencia pero, en cualquier caso, nunca he conocido a alguien, reencarnada su voz y sus maneras, que prodigara sus tantas existencias sin acabar de mostrar ninguna. No creo en la reencarnación.
Tampoco en mi casi septuagenaria vida he vivido la experiencia de que alguien resucitado al tercer día viniera a verme, alguien que fuera cadáver y ya es difunto, para mostrarme sus llagas como si sus llagas probasen las mías. No creo en la resurrección de los muertos y no por ello pierde valor mi vida ni razón sus latidos. No creo en la vida eterna, sea que se reencarna o resucita la mentira más piadosa y lucrativa que se sigue contando.
En lo que sí creo es en el niño que llevo de la mano. Con él resucito, con él me reencarno, con el sigo siendo yo. Seguimos siendo.
(Preso politikoak aske)