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EDITORIALA

Tráfico muestra los límites de la descentralización


La lehendakari de Nafarroa, María Chivite, anunció ayer que la transferencia de Tráfico se firmará este mes de marzo y que se hará efectiva el 1 de julio de este año. Después de los múltiples anuncios previos no consumados, esta vez da la impresión de que se completará el trámite, toda vez que ha convocado a la parte navarra de la Junta de Transferencias para el 14 de marzo. Conviene señalar que esta es la segunda transferencia que recibe Nafarroa en los últimos 20 años, tras Sanidad Penitenciaria, que se hizo efectiva en 2021.

De este modo se cumpliría una reivindicación histórica de Nafarroa que han apoyado todos los partidos, excepto el PP y Ciudadanos. La Asociación Unificada de la Guardia Civil (AUGC) también se pronunció en contra. Las formas han sido la principal preocupación de todos ellos. Porque en el resto de temas poco tienen que decir. Hasta una «pasarela» ha preparado el Gobierno de Chivite para aquellos guardias civiles que quieran incorporarse a la Policía Foral. UPN, por otra parte, se ha visto obligada a aceptar un traspaso que también exigía. En su caso, la crítica tiene todavía menos sentido, ya que pretendía que se mantuviera la presencia de la Guardia Civil de Tráfico. Carece de toda lógica traspasar una competencia que va a conllevar que se dupliquen las estructuras que la van a gestionar. En el fondo, a todos ellos les molesta que una vez se consume el traspaso ya no se verán patrullas de tráfico de la Guardia Civil por las carreteras de Nafarroa. Por otro lado, en su empeño por subrayar el apoyo de EH Bildu a la transferencia no hacen sino afirmar que el logro de la gestión de Tráfico para Nafarroa es un tanto para el independentismo.

Tráfico muestra cómo el actual modelo de descentralización administrativa está carcomido por sus propias contradicciones. Para la derecha española, cualquier transferencia se convierte en el símbolo del desmembramiento del Estado español, mientras que para el independentismo, cualquier mínimo avance en la asunción de nuevas competencias se ve inmediatamente cercenado por maniobras centralizadoras, cuando no es simplemente congelado sine die. Una contradicción que solo puede ser superada con soberanía plena.