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EDITORIALA

Democracia en Israel, una crisis de larga gestación


Por décima semana consecutiva, una multitud de israelíes de hasta medio millón de personas se ha echado a las calles al grito de «democracia» y «no a la dictadura». Amplios sectores de la sociedad, fundamentalmente de clase media laica, desde la izquierda al centro liberal, ven en la reforma judicial que promueve Netanyahu una amenaza a la democracia, ya que permite un amplio control del Ejecutivo sobre la Justicia al poder elegir los jueces, o contiene la cláusula de anulación, por la que el Parlamento podría revertir fallos del Supremo. Se manifiestan contra un gobierno que consideran malicioso y malvado, llaman a un levantamiento civil a gran escala, y se advierte de una destrucción inminente de la democracia al darse el permiso para que los ultraortodoxos hagan lo que quieran.

En dos meses, la coalición de partidos conservadores, de extrema derecha y ultraortodoxos en el poder ha movilizado una de las mayores protestas de la historia. Netanyahu y sus aliados ocupan 64 de los 120 escaños de la Kneset, fueron elegidos con menos del 50% de los votos. No pueden pretender tener un amplio consenso para sus planes. El presidente de Israel, Isaac Herzog, pide suspender esta reforma para entablar un diálogo genuino con la oposición. Según sus palabras, el país estaría al borde de un colapso legal y social.

Pero esta crisis se viene gestando desde hace mucho tiempo. La Corte Suprema de Israel nunca ha sido el bastión intachable de los defensores de las minorías, los derechos humanos y la democracia que sus defensores pretenden. En constante desafío al derecho internacional, esos jueces han permitido al gobierno promover la colonización de los territorios palestinos desde 1967. Han contribuido al establecimiento de un régimen dual que ofrece a los colonos la protección de un marco legal similar al que disfruta cualquier ciudadano del Estado judío, dejando a los palestinos a merced de la arbitrariedad militar. Es difícil entender una democracia sin igualdad de derechos, a un movimiento de protesta que no tiene problema en perpetuar un sistema discriminatorio preexistente a la llegada de este gobierno al poder.