Mikel INSAUSTI
SICK OF MYSELF

La realidad deformada en el espejo mediático

Las películas pueden ser vistas y disfrutadas como cada cual prefiera, y así “Sick of Myself” (2022) habrá quien la vea como una comedia negra, o quien se la tome como una cinta de terror si lo que le va es asustarse. También te puede dar por pensar, y en la presente crónica nos centraremos en lo que tiene de refelexión crítica sobre la sociedad moderna y la deformación de la realidad derivada de las nuevas tecnologías que interconectan a unas personas con otras. Es nuestra propia imagen, en consecuencia, la que aparece deformada en aras de un culto exhibiocinista a través de las redes sociales. En la era del selfie y del individualismo narcisista a ultranza, el noruego Kristoffer Borgli ha querido hacerse eco del actual estado de cosas que lleva a las gentes a la autodestrucción en busca de una visibilización, de un protagonismo que de tan exagerado se torna grostesco y monstruoso.

La única escapatoria que le queda a la espectadora o al espectador que se sienta interpelada o interpelado por lo que la pantalla le muestra es la del negacionismo, cerrándose en banda y autoengañándose para evitar la identificación acusadora que no deja títere sin cabeza. Nadie escapa en “Sick of Myself” (2022) a esta mediática epidemia viral, ya que si la protagonista es una simple dependienta o camarera, su novio es un artista conceptual. Ambos están atrapados por culpa de sus respectivos egocentrismos en una relación tan competitiva como tóxica, tratando de destacar y de llamar la atención ajena por encima del otro.

Ya no es lo que antes se entendía por buscar la fama, sino que se ha convertido en una dependencia de la apariencia externa que conlleva una enfermedad mental. Para que se fijen en ella, la protagonista utiliza la compasión y el dar pena, con tal de transformarse en el centro de las miradas, aunque le cueste la salud. Todo es fruto de su calenturienta e insana imaginación.